En un mundo donde la escasez hídrica se convierte en un enemigo formidable, la innovación brilla como un faro de esperanza. Imagina un polímero biodegradable que transforma el agua en una sustancia sólida, capaz de revolucionar la agricultura sostenible. Esta es la esencia del agua en polvo, una creación del ingeniero mexicano Sergio Jesús Rico Velasco. Con su capacidad de retener cientos de veces su peso en agua, esta tecnología no solo optimiza el riego, sino que también abre nuevas posibilidades para cultivar en terrenos áridos, redefiniendo el futuro de la producción agrícola.
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“Imagen generada con inteligencia artificial (IA) por Canva AI para El Candelabro”
Agua en Polvo: Innovación Mexicana para la Sostenibilidad Agrícola
La escasez hídrica representa uno de los desafíos más apremiantes del siglo XXI, con implicaciones profundas para la seguridad alimentaria global. En este contexto, la innovación tecnológica surge como pilar fundamental para afrontar la creciente crisis del agua. Entre los avances más prometedores destaca el desarrollo del denominado “agua sólida” o “agua en polvo“, una tecnología revolucionaria concebida por el ingeniero mexicano Sergio Jesús Rico Velasco, egresado del prestigioso Instituto Politécnico Nacional (IPN). Esta invención representa un paradigma transformador en la conservación de recursos hídricos y la agricultura sostenible, abriendo nuevas posibilidades para regiones que enfrentan condiciones de aridez o sequía.
El principio científico que sustenta esta tecnología reside en un polímero biodegradable con propiedades altamente absorbentes, capaz de capturar y retener hasta doscientas veces su peso en agua. Este compuesto, al entrar en contacto con el líquido, experimenta una transformación fisicoquímica que resulta en una sustancia gelatinosa que mantiene sus propiedades hidratantes durante periodos prolongados. La estructura molecular del polímero establece enlaces con las moléculas de agua, creando un reservorio microscópico que libera gradualmente la humedad conforme las plantas lo requieren. Esta característica fundamental del agua solidificada permite una optimización del riego sin precedentes en la historia de la tecnología agrícola.
La implementación práctica del agua en polvo en sistemas agrícolas conlleva un procedimiento relativamente sencillo pero de impacto significativo. El polímero se incorpora al suelo en las proximidades de la zona radicular de los cultivos, donde absorbe el agua proveniente del riego o las precipitaciones naturales. Posteriormente, el compuesto libera gradualmente la humedad durante un periodo que puede extenderse más allá de un mes, manteniendo condiciones óptimas de hidratación para el desarrollo vegetal. Esta liberación controlada representa una verdadera revolución en términos de eficiencia hídrica, especialmente en contextos de agricultura de temporal o regiones con limitaciones en infraestructura de irrigación.
Las implicaciones económicas y ambientales de esta innovación son sustanciales y multidimensionales. Los estudios de campo han demostrado que la utilización del agua solidificada puede reducir el consumo hídrico agrícola entre un 50% y un 90%, dependiendo de las características edafológicas y climáticas específicas. Esta reducción del consumo se traduce directamente en un ahorro económico considerable para los agricultores, quienes enfrentan costos crecientes asociados al bombeo, canalización y distribución del agua para sus cultivos. Adicionalmente, la diminución en la frecuencia de riego implica una menor inversión en mano de obra y equipamiento, haciendo que la tecnología resulte particularmente atractiva desde una perspectiva de rentabilidad agrícola.
La durabilidad constituye otro aspecto destacable de esta tecnología mexicana. El polímero mantiene su funcionalidad hasta por ocho años, estableciendo un horizonte temporal amplio para la amortización de la inversión inicial. Esta característica de reutilización multiplica exponencialmente los beneficios económicos y ecológicos del sistema, consolidándolo como una alternativa viable y sostenible frente a los métodos tradicionales de irrigación. Paralelamente, su naturaleza biodegradable asegura que, tras cumplir su ciclo útil, el compuesto se integre al ecosistema del suelo sin generar residuos contaminantes, alineándose perfectamente con los principios de la economía circular y la agricultura regenerativa.
La versatilidad del agua sólida ha permitido su adaptación a diversos contextos agrícolas y condiciones edafoclimáticas. En regiones de clima árido como el norte de México, donde la disponibilidad hídrica constituye un factor limitante para la producción, la tecnología ha demostrado incrementos significativos en la supervivencia de plántulas y en los rendimientos finales. En cultivos de alto valor como hortalizas, frutales y ornamentales, se han registrado mejoras sustanciales en parámetros como crecimiento vegetativo, floración y fructificación. Esta adaptabilidad ha facilitado su implementación en múltiples escalas, desde la agricultura familiar hasta operaciones comerciales intensivas.
El caso mexicano ilustra ejemplarmente el potencial transformador de esta innovación. En estados como Zacatecas, Sonora y Chihuahua, caracterizados por sus condiciones de semidesierto, la implementación del agua solidificada ha permitido expandir la frontera agrícola hacia terrenos anteriormente considerados marginales para la producción. Proyectos piloto desarrollados en colaboración entre instituciones académicas, organismos gubernamentales y comunidades rurales han documentado incrementos en la productividad de cultivos básicos como maíz y frijol, con implicaciones directas para la soberanía alimentaria regional. Estos resultados evidencian cómo la tecnología no solo aborda aspectos técnicos sino también dimensiones sociales de la sostenibilidad.
La difusión internacional de esta tecnología mexicana constituye un testimonio de su relevancia global. Países como India, enfrentando severos problemas de estrés hídrico y alta densidad poblacional, han adoptado el agua en polvo como parte de sus estrategias de adaptación al cambio climático. En Ecuador, la tecnología se ha incorporado a programas de desarrollo rural en zonas andinas, mejorando la resiliencia de comunidades agrícolas tradicionales. El interés creciente desde naciones europeas como España subraya la universalidad del desafío hídrico y el reconocimiento internacional a la innovación surgida desde México, rompiendo paradigmas sobre la direccionalidad tradicional de la transferencia tecnológica.
Los beneficios secundarios de la implementación del agua solidificada trascienden la mera conservación hídrica. Al optimizar la humedad edáfica, la tecnología contribuye a mitigar procesos erosivos, particularmente relevantes en terrenos con pendientes pronunciadas o suelos degradados. La mayor retención de agua favorece el desarrollo de microorganismos benéficos en la rizosfera, potenciando la fertilidad natural del suelo. Adicionalmente, la reducción en la frecuencia de riego disminuye los riesgos de salinización y compactación asociados al manejo intensivo del agua, prolongando la vida productiva de los terrenos agrícolas y fortaleciendo la sostenibilidad del sistema productivo a largo plazo.
Las perspectivas futuras para el agua en polvo apuntan hacia una expansión sustancial de su aplicación y una diversificación de sus usos. Investigaciones en curso exploran la posibilidad de incorporar nutrientes y microorganismos benéficos al polímero, transformándolo en un sistema integral de manejo edáfico. Paralelamente, se evalúa su potencial para la restauración ecológica de ecosistemas degradados y la reforestación de zonas áridas, ampliando su impacto más allá del ámbito estrictamente productivo. La optimización de los procesos de fabricación y distribución promete reducir costos, haciendo la tecnología accesible para pequeños productores y comunidades vulnerables.
El caso del agua sólida ilustra el papel fundamental de la educación científica y la investigación aplicada en el desarrollo de soluciones a problemáticas apremiantes. La formación recibida por Rico Velasco en el IPN, institución emblemática de la educación pública mexicana, subraya la importancia de fortalecer los sistemas educativos nacionales como semilleros de innovación. Este ejemplo inspira a reconsiderar las narrativas sobre la capacidad innovadora de las economías emergentes, reconociendo que las soluciones a desafíos globales pueden surgir desde diversos contextos geográficos y culturales. La transferencia tecnológica Sur-Sur y Sur-Norte emerge como un paradigma prometedor para la colaboración internacional frente a la crisis climática global.
El agua en polvo representa una contribución significativa de la ciencia mexicana al repertorio global de soluciones frente a la crisis hídrica contemporánea. Su desarrollo ejemplifica cómo la innovación contextualizada, que responde a necesidades específicas y aprovecha recursos locales, puede generar tecnologías de impacto mundial. En un escenario de creciente estrés hídrico y presión sobre los sistemas alimentarios, esta tecnología ofrece una alternativa viable para conciliar las demandas productivas con los imperativos de conservación.
El reconocimiento internacional a esta innovación mexicana reafirma que la biodiversidad de ideas y perspectivas constituye un activo invaluable en la construcción colectiva de un futuro sostenible para la humanidad.
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