Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa Francisco, rompió moldes al convertirse en el primer pontífice jesuita, latinoamericano y en adoptar el nombre de Francisco, en honor al santo de los pobres. Su papado no solo revitalizó a una Iglesia en crisis, sino que se ganó el respeto mundial por su humildad, compromiso con los marginados y valentía al abordar temas como el cambio climático, la corrupción y el abuso clerical. Su legado ya es considerado transformador.


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Historia de Papa Francisco: El Primer Papa Jesuita y Latinoamericano


Jorge Mario Bergoglio, conocido mundialmente como Papa Francisco, nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Su padre, Mario José Bergoglio, trabajaba como contador en el ferrocarril, mientras que su madre, Regina María Sívori, se dedicaba al hogar. Desde temprana edad, Bergoglio mostró una fuerte inclinación hacia la espiritualidad, aunque inicialmente se formó como técnico químico y trabajó en un laboratorio antes de responder definitivamente a su vocación religiosa.

Esta dualidad entre lo técnico y lo espiritual marcaría posteriormente su aproximación pragmática a los problemas de la Iglesia Católica y del mundo. En 1958, Bergoglio ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús, iniciando así un riguroso proceso de formación intelectual y espiritual. Completó estudios de humanidades en Chile y posteriormente se licenció en filosofía en el Colegio San José de San Miguel, Argentina. Su formación académica continuó con estudios de teología, obteniendo la licenciatura correspondiente.

El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote, iniciando un camino de servicio que lo llevaría a ocupar diversos cargos de responsabilidad dentro de la orden jesuita. Entre 1973 y 1979 se desempeñó como Provincial de los jesuitas en Argentina, demostrando ya entonces sus dotes de liderazgo y su capacidad para tomar decisiones en momentos complejos. La trayectoria eclesiástica de Bergoglio dio un giro significativo cuando el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992.

Cinco años después, en 1997, fue designado arzobispo coadjutor y, tras el fallecimiento del cardenal Antonio Quarracino en 1998, asumió como arzobispo de Buenos Aires. En 2001, Juan Pablo II lo elevó al cardenalato, asignándole el título de San Roberto Belarmino. Durante su periodo como arzobispo, Bergoglio se caracterizó por su austeridad y cercanía con los más necesitados, utilizando el transporte público y rechazando los privilegios asociados a su cargo. Esta actitud prefiguraba el estilo que posteriormente adoptaría como pontífice.

El 13 de marzo de 2013 marcó un hito histórico para la Iglesia Católica cuando, tras la renuncia de Benedicto XVI, el cónclave eligió a Jorge Bergoglio como el sucesor de Pedro. Al asumir el pontificado, eligió el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís, señalando así su compromiso del Papa Francisco con los pobres y su deseo de una Iglesia más sencilla y cercana a los necesitados. Su elección representó múltiples primicias: primer Papa jesuita de la historia, primer Papa latinoamericano, primer pontífice proveniente del hemisferio sur.

Primer papa americano y primer papa no europeo desde el siglo VIII, estos elementos contribuyeron a configurar un pontificado marcado por la renovación y la apertura. Durante sus doce años como Papa, Francisco impulsó importantes reformas del Papa Francisco en la Iglesia, abordando temas que habían sido postergados por décadas. Reorganizó las finanzas vaticanas, estableció protocolos claros contra los abusos sexuales mediante el motu proprio “Vos estis lux mundi”, promovió una mayor participación de los laicos y las mujeres en la vida eclesial.

Fomentó una Iglesia “en salida” que no temiera “ensuciarse las manos” al servicio de los más vulnerables. Su estilo directo y sus gestos simbólicos, como residir en la Casa Santa Marta en lugar del Palacio Apostólico, revolucionaron la imagen del papado y acercaron la figura del pontífice a los fieles de todo el mundo. El magisterio de Francisco quedó plasmado en cuatro encíclicas fundamentales que abordan los grandes desafíos contemporáneos. “Lumen Fidei” (2013), iniciada por Benedicto XVI y completada por Francisco, reflexiona sobre la fe en el mundo actual.

“Laudato si'” (2015) constituye un llamado urgente a cuidar la “casa común” y combatir la crisis ecológica desde una perspectiva integral. “Fratelli tutti” (2020) propone la fraternidad universal como respuesta a los conflictos y divisiones de nuestro tiempo. Finalmente, “Dilexit Nos” (2024) profundiza en el amor divino como fundamento de la vida cristiana. Estas encíclicas Francisco, junto con siete exhortaciones apostólicas, configuran un corpus doctrinal coherente que ha renovado el pensamiento social de la Iglesia.

Los viajes apostólicos constituyeron otro aspecto destacado del impacto del pontificado de Francisco. Realizó 47 viajes internacionales, visitando países que ningún pontífice anterior había pisado. Su presencia en lugares como Irak, República Centroafricana o Myanmar demostró su compromiso con las “periferias existenciales y geográficas”. Estos viajes no fueron meras visitas protocolarias, sino gestos proféticos que buscaban tender puentes de diálogo y reconciliación.

Particularmente significativo fue su encuentro con el Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dabi en 2019, que culminó con la firma del Documento sobre la Fraternidad Humana, base de su posterior encíclica “Fratelli tutti”. La contribución del Papa Francisco al diálogo interreligioso se manifestó en iniciativas concretas como la institución de la Jornada Mundial de los Pobres, sus visitas a cárceles y campos de refugiados, y sus constantes llamados a favor de los migrantes, sintetizados en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.

Su primera salida de Roma como pontífice fue a Lampedusa, epicentro de la crisis migratoria mediterránea, donde denunció la “globalización de la indiferencia” ante el sufrimiento de los refugiados. Esta preocupación por los “descartados” del sistema económico global constituyó uno de los ejes transversales de su pontificado. En el ámbito diplomático, Francisco desempeñó un papel relevante como mediador en diversos conflictos internacionales. Su intervención fue decisiva para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos en 2015.

Ante la guerra en Ucrania, los enfrentamientos en Gaza, y otros conflictos contemporáneos, no cesó en sus llamados al diálogo y la diplomacia, describiendo la situación mundial como “una guerra mundial en pedazos”. Su voz se alzó constantemente contra la fabricación y el comercio de armas, denunciando los intereses económicos que perpetúan los conflictos armados. El 21 de abril de 2025, a los 88 años de edad, ocurrió el fallecimiento Papa Francisco en el Vaticano, dejando tras de sí un legado Papa Francisco transformador.

Su pontificado, caracterizado por la misericordia, la fraternidad, la sinodalidad, el diálogo y la inclusión, ha marcado profundamente a la Iglesia Católica del siglo XXI. Francisco impulsó una Iglesia más humilde, más cercana a los sufrientes y más comprometida con los desafíos contemporáneos. Su figura trascendió los límites confesionales, convirtiéndose en un referente moral global y en un defensor incansable de la dignidad humana y la justicia social.

El “Papa que vino del fin del mundo” transformó para siempre la manera de entender y vivir el papado, consolidando el legado del primer Papa jesuita de la historia.


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