Entre las corrientes más influyentes de la filosofía moderna, las ideas de David Hume destacan por su cuestionamiento al papel de la razón y su defensa del empirismo. Su enfoque sobre la experiencia y la costumbre redefinió la epistemología y el entendimiento de la causalidad, poniendo en jaque al racionalismo tradicional. Este cambio impactó profundamente en la ciencia y el pensamiento crítico actual. ¿De qué manera el escepticismo de Hume sigue moldeando el conocimiento? ¿Estamos preparados para cuestionar nuestras propias certezas?


El CANDELABRO.ILUMINANDO MENTES 
Imágenes SeaArt AI 

David Hume y la raíz escéptica de la filosofía moderna


En el corazón de la filosofía moderna resuena un eco persistente: la voz escéptica de David Hume. Este pensador escocés del siglo XVIII desarticuló las certezas racionalistas y sembró una duda fecunda que marcó un antes y un después en la historia del pensamiento. Su afirmación de que la razón es esclava de las pasiones no fue una simple provocación, sino una revisión radical del papel de la mente humana en la construcción del conocimiento. Hume no solo cuestionó la validez de las creencias tradicionales, sino que transformó los cimientos mismos sobre los que descansa la filosofía moderna.

Uno de los golpes más certeros de Hume fue su crítica a la causalidad. Para él, la idea de que un acontecimiento cause otro no se funda en una necesidad lógica, sino en la repetición y el hábito. Observamos que el fuego quema, y por costumbre creemos que lo hará siempre. Pero este vínculo no es demostrable con absoluta certeza. Así, Hume desplazó la confianza en las verdades universales hacia una epistemología de la costumbre, en la que la mente humana opera por asociación y expectativa, no por demostración. Esta ruptura con el dogmatismo racionalista preparó el terreno para una nueva forma de pensamiento.

La repercusión de estas ideas fue inmediata y profunda. Immanuel Kant, quizá el mayor pensador de la modernidad, reconoció que fue Hume quien lo “despertó de su sueño dogmático”. Kant aceptó que la causalidad no es una verdad empírica sino una categoría mental, y a partir de allí propuso una síntesis entre empirismo y racionalismo. Sin embargo, el gesto inaugural, la herida escéptica que obligó a replantear el saber, fue obra de Hume. Su duda no paralizaba, sino que forzaba a pensar mejor, a reconstruir el conocimiento desde sus límites.

La influencia de Hume se extendió más allá del idealismo crítico. En el siglo XIX, Nietzsche recogió su desprecio por la razón idealizada, y abrazó una visión pasional del pensamiento. Para Nietzsche, como para Hume, los valores y creencias humanas no emergen de la lógica sino de fuerzas vitales más profundas. Así, la crítica humiana a la objetividad absoluta fue un antecedente decisivo para el pensamiento genealógico y para la disolución de las ilusiones metafísicas que marcaría buena parte de la filosofía contemporánea.

Ya en el siglo XX, el legado de Hume floreció en terrenos diversos. El positivismo lógico, impulsado por el Círculo de Viena, adoptó su exigencia de verificabilidad empírica y su rechazo a las nociones metafísicas no comprobables. Aunque los positivistas fueron más radicales en su metodología, compartieron con Hume la convicción de que el conocimiento válido se funda en la experiencia y no en la especulación. Del mismo modo, Karl Popper heredó la idea de que las teorías científicas no se confirman con certeza, sino que resisten o caen ante la refutación. Su principio de falsación es, en cierto modo, una respuesta al problema de la inducción que Hume formuló con claridad brutal.

Otro heredero indirecto fue W.V.O. Quine, quien negó la distinción estricta entre verdades analíticas y sintéticas, aludiendo al carácter holístico del lenguaje y del conocimiento. En su crítica a los fundamentos de la lógica y la epistemología, puede leerse el eco del escepticismo humiano, que ya había advertido que incluso nuestras nociones más básicas se sustentan en prácticas, no en evidencias incuestionables. La filosofía analítica, al adentrarse en los problemas del lenguaje, continuó así la tarea de desmantelar certezas, siguiendo una senda que Hume inauguró.

Pero tal vez el mayor aporte de Hume a la modernidad fue su humildad epistemológica. No ofreció sistemas cerrados ni pretendió descubrir verdades eternas. En cambio, mostró que el conocimiento humano es limitado, falible y provisional, aunque útil y necesario para la vida. Esta visión moderadamente escéptica se opone tanto al cinismo nihilista como al dogmatismo arrogante. En lugar de proclamar la verdad, invita a examinar los hábitos mentales que nos guían, reconociendo su valor práctico sin mitificarlos.

En un mundo que busca seguridad en algoritmos y modelos predictivos, la lección de Hume es más actual que nunca. Nos recuerda que incluso nuestras ciencias más avanzadas descansan en generalizaciones inductivas, que no garantizan el futuro, aunque lo anticipen. La confianza que depositamos en la estadística, en la causalidad o en la lógica no es una certeza objetiva, sino una apuesta racional basada en la costumbre. Y esa apuesta, por necesaria que sea, debe ser siempre examinada con espíritu crítico.

Hume nos legó no un sistema, sino una actitud. Su escepticismo no conduce a la parálisis, sino a la vigilancia intelectual. Nos enseñó que las creencias más firmes pueden deshacerse bajo la luz del análisis, y que el pensamiento debe estar siempre dispuesto a corregirse. En su figura se entrelazan el filósofo, el psicólogo y el humanista, pues entendió que conocer es también reconocer los límites del yo y del mundo.

En suma, David Hume no solo influyó en la filosofía moderna: la constituyó desde sus cimientos. Su crítica a la causalidad, su teoría de las pasiones, su análisis del yo y su propuesta epistemológica marcaron el giro de una filosofía especulativa a una filosofía crítica. Su legado persiste cada vez que nos preguntamos si lo que creemos tiene fundamento, o si no estamos, como él advirtió, repitiendo sin saberlo los hábitos de una mente que desea certezas donde solo hay probabilidades.


Índice temático del artículo:

David Hume – filosofía moderna – escepticismo filosófico – crítica a la causalidad – empirismo – Kant y Hume – Nietzsche y Hume – positivismo lógico – Popper y la falsación – epistemología contemporánea – razón y pasión – verificabilidad – problema de la inducción – filosofía analítica

Referencias bibliográficas:

1. Hume, D. (1739). A Treatise of Human Nature. London: John Noon.

2. Kant, I. (1781). Crítica de la razón pura. Trad. castellana de Manuel García Morente. Madrid: Alfaguara, 1983.

3. Popper, K. (1959). The Logic of Scientific Discovery. London: Routledge.

4. Quine, W.V.O. (1951). “Two Dogmas of Empiricism”, The Philosophical Review, 60(1), 20–43.

5. Russell, B. (1946). History of Western Philosophy. London: George Allen & Unwin.


El CANDELABRO.ILUMINANDO MENTES 

#DavidHume
#FilosofíaModerna
#Empirismo
#Escepticismo
#Epistemología
#Filosofía
#Ciencia
#Racionalismo
#PensamientoCrítico
#HistoriaDeLaFilosofía
#Conocimiento
#FilosofíaIlustrada


Descubre más desde REVISTA LITERARIA EL CANDELABRO

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.