Entre los trastornos del estado de ánimo, la ciclotimia destaca por sus oscilaciones crónicas entre la euforia leve y la depresión moderada. Aunque menos conocida que el trastorno bipolar, esta condición afecta profundamente la calidad de vida, pasando muchas veces desapercibida. Su diagnóstico temprano y tratamiento adecuado son claves para evitar su evolución. ¿Sabías que puedes tener ciclotimia sin saberlo? ¿Conoces los síntomas más comunes?


EL CANDELABRO.ILUMINANDO MENTES 
Imagen generada con inteligencia artificial (IA) por ChatGPT para El Candelabro”

La ciclotimia: oscilaciones emocionales entre la euforia y la melancolía


La ciclotimia es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por una alternancia persistente entre períodos de euforia leve y depresión moderada. Esta condición, considerada una forma atenuada del trastorno bipolar, ha sido objeto de diversas interpretaciones clínicas desde el siglo XIX. Su manifestación, a menudo subestimada, tiene un impacto profundo en la calidad de vida del paciente, afectando relaciones interpersonales, productividad y percepción de la realidad emocional.

La etimología del término remite a un “ánimo cíclico”, lo que refleja de forma precisa la naturaleza fluctuante del trastorno. No obstante, su conceptualización ha evolucionado desde una descripción fenomenológica de la personalidad hasta una categoría diagnóstica específica en los manuales clínicos modernos. Esta transición ha sido impulsada por avances en psiquiatría clínica y en la comprensión neurobiológica de los trastornos afectivos.


Evolución histórica del concepto


El término fue inicialmente vinculado a las ideas de Emil Kraepelin, quien agrupó bajo el diagnóstico de “locura maníacodepresiva” a una serie de cuadros afectivos de curso recurrente. Dentro de esta categoría, la ciclotimia ocupaba un lugar marginal, como una forma leve o incompleta de dicha psicosis. Esta visión incluía también las nociones francesas de “folie circulaire” y “folie à double forme”, donde la alternancia de fases se interpretaba como expresión de una disfunción unitaria del ánimo.

Con el tiempo, la nosología psiquiátrica se volvió más precisa, separando entidades como el trastorno depresivo mayor, el episodio maníaco, el trastorno bipolar tipo I y II, y, finalmente, la ciclotimia como un diagnóstico autónomo. Esta redefinición permitió abordar con mayor especificidad las necesidades terapéuticas de pacientes que no encajaban en los criterios estrictos de bipolaridad clásica, pero que igualmente sufrían alteraciones emocionales cíclicas.


Características clínicas del trastorno


La ciclotimia se distingue por la presencia de síntomas hipomaníacos y depresivos de intensidad insuficiente para ser clasificados como episodios mayores. Estos síntomas, sin embargo, deben persistir durante al menos dos años (uno en adolescentes), con periodos estables que no superen los dos meses. Entre los síntomas hipomaníacos figuran una autoestima inflada, mayor locuacidad, disminución de la necesidad de sueño y aumento de la actividad dirigida a metas, mientras que los episodios depresivos incluyen fatiga, baja autoestima, indecisión y sensación de desesperanza.

El curso del trastorno suele ser crónico y oscilante. Muchos pacientes no buscan ayuda debido a que perciben los estados hipomaníacos como periodos de alta productividad o creatividad, subestimando el deterioro funcional que implican. Esta ambivalencia clínica hace que la ciclotimia sea difícil de diagnosticar y, frecuentemente, confundida con otros trastornos como la distimia, el trastorno límite de la personalidad o incluso el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).


Ciclotimia y personalidad


Existe una relación significativa entre ciertas estructuras de personalidad y la predisposición a padecer ciclotimia. Las personas con rasgos temperamentales como la emotividad elevada, la sensibilidad interpersonal y la impulsividad tienden a experimentar oscilaciones emocionales con mayor frecuencia. Esta asociación ha sido explorada por diversos autores que proponen un “temperamento ciclotímico” como sustrato de vulnerabilidad afectiva.

Este tipo de personalidad se manifiesta con oscilaciones rápidas entre entusiasmo y abatimiento, entre extraversión e introspección. Si bien estos rasgos no constituyen en sí mismos una patología, pueden potenciar el riesgo de desarrollar un trastorno afectivo completo cuando interactúan con factores estresantes del entorno o con predisposiciones genéticas. En este sentido, la ciclotimia puede entenderse como un punto de convergencia entre personalidad, neurobiología y ambiente.


Bases neurobiológicas y factores etiológicos


Los avances en neurociencia han permitido identificar diversas alteraciones cerebrales y bioquímicas en pacientes con ciclotimia. Se ha observado disfunción en los circuitos límbicos, especialmente en la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal ventromedial, áreas relacionadas con la regulación emocional. A nivel bioquímico, las fluctuaciones en neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina explican, en parte, los cambios de ánimo cíclicos.

Además, se reconocen componentes genéticos en la etiología del trastorno. Estudios de gemelos y familiares han mostrado una heredabilidad significativa, con mayor prevalencia en parientes de pacientes con trastorno bipolar tipo I o II. No obstante, la expresión fenotípica es modulada por experiencias tempranas, traumas infantiles y estilos de apego, lo que refuerza la visión de la ciclotimia como resultado de una interacción compleja entre naturaleza y crianza.


Diagnóstico y comorbilidades


El diagnóstico de ciclotimia requiere una evaluación clínica exhaustiva que incluya entrevistas estructuradas, historia longitudinal del estado de ánimo y exclusión de causas médicas o farmacológicas. Uno de los desafíos principales es distinguir la ciclotimia de condiciones comórbidas frecuentes como la ansiedad generalizada, el abuso de sustancias o los trastornos de la conducta alimentaria, que pueden enmascarar o amplificar los síntomas afectivos.

Otra dificultad radica en su bajo nivel de reconocimiento por parte de los profesionales de la salud. Muchos clínicos, ante síntomas fluctuantes y leves, prefieren clasificar al paciente bajo trastornos inespecíficos o asumir un diagnóstico de trastorno adaptativo, lo cual impide un abordaje terapéutico adecuado. Esta subvaloración contribuye a la cronificación del trastorno y al deterioro funcional progresivo del paciente.


Tratamiento y pronóstico


El tratamiento de la ciclotimia combina enfoques psicofarmacológicos y psicoterapéuticos. En cuanto a medicación, se suelen emplear estabilizadores del ánimo como el litio, el valproato o la lamotrigina, aunque con dosis menores que en los casos de bipolaridad mayor. El uso de antidepresivos debe realizarse con extrema cautela, ya que pueden inducir estados hipomaníacos o aumentar la labilidad emocional.

En paralelo, la psicoterapia cognitivo-conductual y la psicoeducación han mostrado eficacia en mejorar la conciencia de enfermedad, la gestión del estrés y el desarrollo de rutinas estables. También se ha explorado el uso de terapias basadas en la regulación emocional y la terapia interpersonal y del ritmo social. El pronóstico es variable, pero una intervención temprana puede prevenir la progresión hacia formas más graves de trastorno afectivo.


Consideraciones sociales y culturales


A nivel social, la ciclotimia suele ser malinterpretada como simple inestabilidad emocional o dramatismo. Esta percepción errónea refuerza el estigma de los trastornos mentales, desincentiva la búsqueda de ayuda y agrava el aislamiento del paciente. En culturas donde la expresión emocional intensa es normativamente sancionada, los individuos ciclotímicos pueden internalizar culpa o rechazo, dificultando aún más el proceso terapéutico.

Por otro lado, algunos estudios han vinculado los rasgos ciclotímicos con una mayor creatividad, sensibilidad artística y pensamiento divergente. Esta correlación no debe romantizarse, pero sugiere que, en ciertos contextos, la variabilidad afectiva puede canalizarse en formas productivas si se cuenta con apoyo terapéutico y herramientas de autorregulación emocional.


Conclusión


La ciclotimia representa un desafío clínico y conceptual dentro del espectro de los trastornos del ánimo. Su naturaleza oscilante, su curso insidioso y su bajo nivel de detección dificultan una intervención temprana y eficaz. Sin embargo, el avance en la comprensión neurobiológica, la validación de tratamientos específicos y la desestigmatización social abren nuevas posibilidades para el abordaje integral de esta condición. Reconocer la ciclotimia no como un capricho emocional, sino como un trastorno afectivo legítimo, es el primer paso hacia una atención más compasiva, científica y efectiva.


Referencias

  1. American Psychiatric Association. (2022). DSM-5-TR: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5ª ed. rev.). Washington, DC: APA Publishing.
  2. Angst, J., & Gamma, A. (2002). Cyclothymia: A brief review. Bipolar Disorders, 4(5), 367–375.
  3. Akiskal, H. S. (2001). Toward a temperament-based approach to depression: implications for neurobiologic research. Advances in Biological Psychiatry, 20, 1–23.
  4. Kraepelin, E. (1921). Manic-Depressive Insanity and Paranoia. Edinburgh: E&S Livingstone.
  5. Brieger, P., Ehrt, U., & Marneros, A. (2003). Cyclothymia and personality disorders. Journal of Affective Disorders, 75(1), 37–43.

El CANDELABRO.ILUMINANDO MENTES 

#SaludMental
#Ciclotimia
#TrastornoBipolar
#PsicologíaClínica
#EstabilidadEmocional
#RegulaciónDelÁnimo
#Neurociencia
#BienestarPsicológico
#TerapiaCognitiva
#PsiquiatríaModerna
#TrastornosDelÁnimo
#DiagnósticoPreciso


Descubre más desde REVISTA LITERARIA EL CANDELABRO

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.