Entre las páginas menos visibilizadas de la historia guatemalteca, emerge la figura de una mujer cuya trayectoria desafió convenciones sociales y científicas. Hilda Baldizón de Lorenzana no solo irrumpió en un campo reservado para hombres, sino que encarnó el verdadero sentido de la excelencia académica y el compromiso nacional. Su vida no fue un privilegio, sino una conquista. ¿Cuántas historias como la suya siguen silenciadas por el olvido? ¿Qué futuro construimos si ignoramos a quienes lo hicieron posible?
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Imagen creada por inteligencia artificial por Chat-GPT para El Candelabro.
Hilda Baldizón de Lorenzana: Pionera de la Medicina Veterinaria en Guatemala y Centroamérica
Hilda Baldizón de Lorenzana marcó un hito en la historia científica guatemalteca al convertirse en la primera mujer en graduarse como médico veterinario en Guatemala y Centroamérica. Su vida, dedicada al conocimiento, la investigación científica y la educación superior, es una referencia imprescindible en el desarrollo de las ciencias médicas veterinarias en la región. Su historia inspira no solo por sus logros académicos, sino por su capacidad de superar barreras estructurales de género en un entorno predominantemente masculino.
Nacida en una familia acomodada, Hilda vivió los efectos de una crisis económica simbólica que, sin embargo, no logró frenar su anhelo de superación. Sus padres, conscientes del valor de la educación, hicieron grandes esfuerzos para que pudiera estudiar en la Universidad de San Carlos de Guatemala, una institución que históricamente ha formado a muchos de los profesionales más destacados del país. Allí, en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, dio sus primeros pasos en una carrera que desafiaría las expectativas sociales impuestas a las mujeres.
Durante sus estudios, enfrentó un entorno competitivo y dominado por hombres, lo cual reflejaba una marcada brecha de género en la educación superior. A pesar de las dificultades, Hilda se destacó por su dedicación y disciplina, logrando graduarse con honores en 1966. Este hecho la convirtió en la primera médico veterinaria guatemalteca y, al mismo tiempo, en la primera mujer centroamericana en ejercer esta profesión, abriendo un camino para futuras generaciones de mujeres científicas.
Movida por su pasión por la medicina veterinaria y su deseo de profundizar en el conocimiento, decidió postularse a la Universidad de São Paulo en Brasil, una de las instituciones más reconocidas de América Latina en el área. Su excelencia académica le permitió continuar su formación de posgrado en el extranjero, obteniendo becas prestigiosas del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y de la Fundación Alexander von Humboldt, instituciones reconocidas por su apoyo a la investigación internacional de alto nivel.
Gracias a estas oportunidades, logró graduarse en la Universidad de Medicina Veterinaria de Hannover, en Alemania, una institución de élite en el campo de la medicina veterinaria. Su paso por estas universidades europeas le permitió obtener una visión integral de la profesión, combinando conocimientos prácticos con teoría avanzada, lo que la consolidó como una de las profesionales más preparadas de su generación en América Latina.
A pesar de haber tenido oportunidades de establecerse en el extranjero, Hilda Baldizón de Lorenzana eligió regresar a Guatemala para aportar sus conocimientos al desarrollo nacional. Su compromiso con el país era inquebrantable: creía firmemente que el talento guatemalteco debía ponerse al servicio de su propia gente. En sus propias palabras: «La capacidad es necesitada en mi país, no puedo conformarme en tener una vida tranquila en el extranjero sabiendo lo que yo puedo aportar a mi tierra». Esta declaración revela su profundo sentido de responsabilidad social y patriotismo científico.
Además de su labor en el ámbito académico y profesional, Hilda también fue madre. Se casó y tuvo tres hijos, a quienes educó en el extranjero tras quedar viuda a una edad temprana. A pesar de las circunstancias personales, nunca dejó de trabajar ni de ejercer como investigadora, profesora y profesional en medicina veterinaria. Su hijo recuerda cómo les inculcó que el esfuerzo y no la lástima es lo que engrandece a las mujeres, un mensaje de empoderamiento femenino que se adelantó a su tiempo.
El legado de Hilda va más allá de su título o de sus investigaciones. Representa un ejemplo paradigmático de cómo el rol de la mujer en la ciencia puede transformar sociedades. En una época donde pocas mujeres llegaban a la universidad y menos aún a carreras científicas, ella no solo ingresó, sino que lideró con excelencia, motivando a otras jóvenes a seguir sus pasos. Su figura se convirtió en un símbolo de avance educativo femenino en Centroamérica, y su vida continúa siendo referente en los estudios sobre equidad de género y educación.
La influencia de Hilda también se sintió en las aulas universitarias, donde fue docente durante muchos años. Formó a cientos de estudiantes, promoviendo la ética profesional, la investigación científica y el amor por los animales. Además, contribuyó al desarrollo de protocolos sanitarios y campañas de prevención de enfermedades infectocontagiosas, siendo una aliada del bienestar animal y la salud pública veterinaria en la región.
Su historia cobra aún más valor en el contexto centroamericano, donde las oportunidades educativas para las mujeres han sido históricamente limitadas. El hecho de que Hilda haya logrado obtener títulos avanzados en Europa, regresar a Guatemala y contribuir activamente a la transformación del país desde la ciencia es un testimonio del impacto que puede tener la educación superior como motor de cambio social.
El compromiso de Hilda no fue únicamente con su carrera, sino con el país y con el futuro. Apostó por una Guatemala más educada, más equitativa y más comprometida con la ciencia. En un tiempo en que emigrar era sinónimo de escapar, ella emigró para aprender y regresó para servir. Esa actitud visionaria la coloca entre las figuras históricas más relevantes del país en el siglo XX.
En retrospectiva, su vida es también un testimonio del valor de las becas científicas internacionales, que permiten a jóvenes talentosos formarse en universidades de renombre y luego regresar a sus países para impulsar el desarrollo. Instituciones como el DAAD o la Fundación Alexander von Humboldt no solo apoyaron la carrera de Hilda, sino que indirectamente ayudaron a construir una mejor Guatemala.
Hoy, la historia de Hilda Baldizón de Lorenzana debe recuperarse, difundirse y reconocerse como parte fundamental de la cultura histórica guatemalteca. En un mundo donde el nombre de las mujeres pioneras ha sido frecuentemente silenciado, es vital reivindicar figuras como la suya, que con inteligencia, pasión y entrega, rompieron barreras y elevaron el nivel de la ciencia en Centroamérica. Hilda no solo fue la primera veterinaria del istmo, fue también un símbolo de coraje, innovación y compromiso con su pueblo.
Su legado permanece vivo en cada estudiante que decide perseguir sus sueños sin importar las barreras, en cada mujer que alza la voz en el ámbito científico, y en cada animal que encuentra bienestar gracias a una medicina veterinaria más ética, profesional y moderna. Hilda representa la semilla de un futuro donde la ciencia y el género no son opuestos, sino aliados en la construcción de sociedades más justas y avanzadas.
Referencias
- Universidad de San Carlos de Guatemala. (s.f.). Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
- DAAD – German Academic Exchange Service. (s.f.). Funding for international researchers.
- Fundación Alexander von Humboldt. (s.f.). Promoting global research excellence.
- Universidad de Medicina Veterinaria de Hannover. (s.f.). Academic programs and international alumni.
- Testimonios familiares y entrevistas orales. Archivo privado.
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