Entre ecos de cuerdas tensadas y resonancias de calabaza, la kora africana emerge como un símbolo sonoro que trasciende el tiempo y las fronteras. Este instrumento ancestral de Gambia no solo canta: interroga, convoca, conecta. En cada nota vibra una memoria colectiva, en cada melodía se cifra una herencia viva. ¿Cómo puede un arte tan antiguo seguir latiendo con fuerza en el siglo XXI? ¿Qué nos revela su música sobre lo que realmente significa pertenecer?


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Imágenes realizadas con IA, por ChatGPT para el Candelabro.

La kora y la herencia musical de Gambia: un legado de cuerdas y alma africana


La kora es un instrumento ancestral, híbrido entre arpa y laúd, con veinte cuerdas tensadas sobre una calabaza. Aunque su forma parece sencilla, su sonido profundo expresa siglos de historia oral y espiritualidad. Originaria del África Occidental, especialmente de Gambia, Guinea y Senegal, esta joya musical ha sido conservada y reinterpretada por griots y virtuosos como Sona Jobarteh, quien ha proyectado este arte hacia el mundo.

Instrumento de la memoria, la kora acompaña a los griots, herederos del saber oral, encargados de conservar las genealogías, los valores, los relatos fundacionales de los pueblos mandinga. Su construcción, hecha con una gran calabaza cubierta de cuero y un largo mástil con cuerdas de nailon, refleja el equilibrio entre lo artesanal y lo trascendente. No se trata sólo de música: es una manera de hablar con los ancestros.

La kora no nace en el anonimato. Está íntimamente ligada a las familias griot, como los Diabaté o los Jobarteh. En estas familias se transmite de generación en generación, y tocarla implica también aceptar el deber de preservar una tradición. Por ello, el surgimiento de Sona Jobarteh como la primera mujer profesional en este arte, es un hecho revolucionario y profundamente simbólico.

Sona Jobarteh, nacida en 1983 en Londres, es descendiente directa de una de las más prestigiosas dinastías griot de Gambia. Su abuelo, Amadu Bansang Jobarteh, fue un maestro de la kora, y su primo, Toumani Diabaté, es otro referente mundial. Pero Sona hizo algo inédito: desafió la exclusividad masculina del instrumento, y lo hizo sin traicionar su esencia, sino renovándola.

Estudió música clásica en la Royal College of Music, especializándose en violonchelo y clavicémbalo. Sin embargo, su identidad africana reclamó un espacio propio, y así retomó la kora como instrumento central, combinando su conocimiento occidental con las raíces mandinga. El resultado es una obra musical que funde el patrimonio oral africano con formas contemporáneas, sin caer en el exotismo ni la superficialidad.

Su primer álbum, Fasiya, lanzado en 2011, es una declaración de principios: “fasiya” significa “herencia” en mandinga. Allí no solo toca y canta, sino que rinde homenaje a su linaje y lo actualiza. A través de sus composiciones, se escuchan ecos de siglos de historia, pero también se abren caminos nuevos hacia la conciencia social, el empoderamiento femenino y la unidad cultural africana.

La kora posee una sonoridad cristalina, serena, que recuerda a un arpa celta o a una guitarra flamenca, pero con cadencias africanas. Se toca con los pulgares e índices, y requiere una destreza inmensa. Hay quienes afirman que cada cuerda es una vía de comunicación espiritual, un canal hacia lo invisible. Los intérpretes experimentados no sólo dominan la técnica, sino también el contenido simbólico de sus melodías.

A diferencia de otros instrumentos, la kora no se limita a la expresión musical: es vehículo narrativo. Cada canción puede contener la historia de una familia, la moral de un pueblo, o el recuerdo de un héroe. Así, la música cumple una función ética y política. Preservar la kora es también resistir la amnesia cultural provocada por la globalización y las lógicas coloniales.

Hoy, la kora está encontrando nuevos escenarios. No sólo se escucha en bodas tradicionales o en celebraciones familiares, sino también en festivales internacionales, bandas sonoras de películas, colaboraciones con jazzistas o proyectos educativos. En este panorama, Sona Jobarteh ha fundado una escuela en Gambia para enseñar música, lengua y cultura africana a las nuevas generaciones.

Más allá de su virtuosismo, el impacto de Jobarteh es cultural: ha derribado barreras de género y ha devuelto orgullo a las tradiciones africanas. Mientras otros músicos reproducen patrones occidentales para tener éxito global, ella ha elegido reforzar su identidad y construir puentes sin diluir su esencia. En sus palabras y en su música, la kora es una forma de resistencia estética y política.

También es necesario destacar que la kora no es un objeto estático. Existen variaciones en el número de cuerdas, en la afinación, en la técnica de ejecución según la región. La versión más común tiene 21 cuerdas, pero antiguamente eran 7 u 8. Hoy, algunos músicos experimentan con versiones eléctricas, o la integran a composiciones electrónicas, abriendo un nuevo ciclo de evolución sonora.

Este proceso demuestra que la kora, lejos de ser un instrumento del pasado, es una entidad viva. Y como todo lo vivo, se adapta, muta, dialoga con otros lenguajes. Es la voz del continente africano, no como un museo, sino como un latido. En cada vibración, se escucha una historia. En cada historia, un pueblo. Y en cada pueblo, un futuro posible, anclado en el respeto por la tradición.

Quien escucha la kora sin entender su contexto corre el riesgo de reducirla a simple “world music”. Pero quien se detiene, quien se deja tocar por su profundidad, descubre que esta música no es de fondo, sino de fondo del alma. Es ahí donde entra Jobarteh como mediadora entre mundos, como arquitecta de puentes, como griot del siglo XXI.

Hoy más que nunca, reconocer instrumentos como la kora es esencial. En tiempos de homogeneización cultural, de algoritmos y playlists prefabricadas, la supervivencia de estos sonidos depende de que sigamos escuchando, aprendiendo, enseñando. La kora no sólo suena: enseña. Y en sus lecciones, Gambia habla, canta y permanece.


Referencias APA:

Charry, E. (2000). Mande Music: Traditional and Modern Music of the Maninka and Mandinka of Western Africa. University of Chicago Press.

Knight, R. (2013). The Music of Africa. Routledge.

Duran, L. (1995). Birds of Wasulu: Freedom of Expression and Expressions of Freedom in the Popular Music of Southern Mali. British Journal of Ethnomusicology, 4(1), 101-134.

Hoffman, B. (2012). Sona Jobarteh: Breaking Tradition, Making History. Afropop Worldwide.

Kubik, G. (1994). Theory of African Music. University of Chicago Press.


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