Entre las montañas andinas de Perú, la arqueología ha revelado una verdad que desafía siglos de supuestos: las mujeres también fueron protagonistas activas en la prehistoria, participando en la caza mayor y transformando nuestra comprensión de los roles de género. Estos hallazgos no solo reescriben la historia, sino que cuestionan las narrativas heredadas. ¿Y si la igualdad tuvo raíces más profundas de lo que creemos? ¿Qué nos dice esto sobre los mitos que aún sostienen nuestra sociedad?


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Mujeres cazadoras en la prehistoria: replanteando los roles de género a la luz de la arqueología andina


Durante gran parte del siglo XX, la idea del “hombre cazador” dominó los relatos sobre la prehistoria. Se asumía que los varones eran los responsables de la caza mayor, mientras que las mujeres se limitaban a la recolección y al cuidado de la descendencia. Esta narrativa, reforzada por sesgos culturales modernos, sirvió como base para explicar la organización social primitiva. Sin embargo, recientes hallazgos arqueológicos en los Andes peruanos, particularmente en el sitio de Wilamaya Patjxa, ponen en cuestión esta visión simplista y revelan un panorama mucho más diverso.

En este yacimiento, ubicado a 3.925 metros sobre el nivel del mar, se encontraron restos humanos acompañados de más de 20.000 artefactos, fechados entre 6.000 y 12.500 años de antigüedad. Uno de los descubrimientos más reveladores fue la tumba de una joven de entre 17 y 19 años, sepultada junto a un conjunto de herramientas de caza mayor. Entre estas se hallaban puntas de proyectil, raspadores, piedras pesadas para el trabajo de pieles y huesos, y ocre rojo utilizado en la preservación. La disposición de estos objetos no dejaba duda: aquella mujer había sido cazadora de grandes animales.

El hallazgo resulta significativo porque no se trata de un caso aislado. Un análisis comparativo realizado por un equipo de la Universidad de California Davis examinó 107 yacimientos arqueológicos en América y encontró que 11 mujeres y 15 hombres estaban asociados a armas de caza mayor. Este patrón sugiere que, en las sociedades cazadoras-recolectoras del continente, la participación femenina en actividades de caza era frecuente y no excepcional. Los investigadores estiman que entre un 30% y un 50% de quienes cazaban animales grandes pudieron haber sido mujeres.

Estos resultados invitan a reconsiderar la supuesta rigidez de la división sexual del trabajo en la prehistoria. Si bien es indudable que existían tareas diferenciadas, la evidencia muestra que las mujeres podían participar activamente en actividades consideradas tradicionalmente masculinas. La presencia de herramientas de caza en los enterramientos femeninos no es meramente simbólica, sino que demuestra que estas mujeres usaban sus instrumentos en la vida diaria. En consecuencia, el mito del hombre cazador exclusivo carece de respaldo arqueológico sólido.

La importancia de estos hallazgos radica en que rompen con interpretaciones sesgadas que proyectaban modelos contemporáneos sobre el pasado. Durante décadas, los estudios arqueológicos fueron realizados mayoritariamente por hombres inmersos en culturas patriarcales, lo cual llevó a naturalizar la idea de que las mujeres desempeñaban un rol pasivo. Al revisar los datos con nuevas perspectivas, queda claro que las sociedades prehistóricas fueron más flexibles y diversas de lo que se había imaginado. La arqueología actual está demostrando que el género no era una barrera absoluta para la participación en la caza.

Además, la ubicación de Wilamaya Patjxa en el altiplano andino aporta un elemento adicional. En este entorno de gran altura, donde la subsistencia dependía de la caza de camélidos y otras especies de megafauna, la cooperación de todos los miembros del grupo era esencial. La lógica de supervivencia habría promovido que mujeres y hombres participaran juntos en la obtención de alimento, desdibujando los límites de género. La práctica de enterrar a las personas con sus herramientas también indica el valor simbólico y social atribuido a su rol como cazadoras.

El caso de la joven cazadora, llamada simbólicamente Warawara (“estrella”) por la comunidad aymara local, ilustra cómo la arqueología puede transformar nuestra comprensión cultural. No se trata únicamente de un dato curioso, sino de una evidencia que modifica paradigmas. Al aceptar que las mujeres también cazaban, se abre la posibilidad de replantear cómo se organizaban las comunidades, cómo se distribuía la autoridad y qué significaba el género en contextos tempranos. En última instancia, se trata de reconocer la diversidad de experiencias humanas en el pasado.

La investigación publicada en Science Advances en 2020 también dialoga con teorías más amplias sobre el papel de la mujer en la historia. Si las mujeres fueron cazadoras activas en la prehistoria, ello cuestiona los discursos que relegan su influencia social y económica a un segundo plano. La narrativa patriarcal de la división de tareas ha servido históricamente para justificar desigualdades contemporáneas. Mostrar que estas asimetrías no eran universales ni inmutables constituye un aporte fundamental para la historia de género y la arqueología feminista.

De igual forma, estos hallazgos ponen en valor la necesidad de reexaminar colecciones arqueológicas con nuevas metodologías. El uso de análisis proteómicos y osteológicos permitió confirmar el sexo de los individuos hallados en Wilamaya Patjxa con un nivel de certeza mucho mayor al de las técnicas anteriores. Gracias a estos avances científicos, se puede corregir interpretaciones que antes se daban por sentadas. La interdisciplinariedad entre biología, antropología y arqueología resulta clave para obtener una imagen más precisa de la vida en la prehistoria.

En este contexto, el impacto en la divulgación científica y la educación es considerable. Explicar que las mujeres también cazaban no solo corrige un error histórico, sino que ofrece a la sociedad contemporánea modelos más inclusivos y equitativos. La ciencia, al revelar la participación femenina en la caza mayor, brinda argumentos para superar estereotipos de género arraigados. La arqueología, lejos de ser una disciplina distante, se convierte en un recurso para reflexionar sobre las raíces culturales de nuestras desigualdades actuales.

El sitio arqueológico de Wilamaya Patjxa constituye una pieza clave para comprender la prehistoria de América y, más ampliamente, la evolución social de la humanidad. El hallazgo de mujeres cazadoras con herramientas de caza mayor evidencia que los roles de género eran más diversos y flexibles de lo que se pensaba. Este descubrimiento no solo enriquece el conocimiento científico, sino que también invita a revisar las narrativas culturales que han sostenido visiones parciales del pasado.

Al hacerlo, se reconoce la capacidad de las mujeres como protagonistas activas de la historia humana desde sus orígenes.


Referencias

  1. Haas, R., Watson, J., Buonasera, T., et al. (2020). Female hunters of the early Americas. Science Advances, 6(45), eabd0310.
  2. UC Davis News. (2020). Early big-game hunters of the Americas were female, researchers suggest. University of California Davis.
  3. Gero, J. (1991). Genderlithics: Women’s roles in stone tool production. In Engendering Archaeology: Women and Prehistory. Blackwell.
  4. Spector, J. (1993). What this awl means: Feminist archaeology at a Wahpeton Dakota village. Minnesota Historical Society Press.
  5. Conkey, M., & Gero, J. (1997). Programme to practice: Gender and feminism in archaeology. Annual Review of Anthropology, 26, 411-437.

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