Entre discursos ideológicos y realidades económicas que se contradicen, China se mantiene envuelta en un relato que rara vez coincide con su evolución histórica. El país que alguna vez encarnó el comunismo más rígido opera hoy bajo lógicas que poco tienen de marxistas. ¿Qué queda realmente del comunismo en la China contemporánea? ¿Y por qué seguimos llamando comunista a una economía que funciona como capitalista?


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📷 Imagen generada por GPT-4o para El Candelabro. © DR

¿Es China Realmente un Ejemplo de Comunismo Moderno? Un Análisis Histórico y Económico


Introducción: La Persistencia de un Mito Contemporáneo

En los debates políticos de redes sociales y foros internacionales, la República Popular China es frecuentemente presentada como “el mejor ejemplo de comunismo exitoso” o “la prueba de que el socialismo del siglo XXI funciona”. Esta afirmación, repetida tanto por simpatizantes de izquierda como por críticos que buscan ridiculizarla, contiene una simplificación histórica profunda. El presente ensayo demuestra que la China contemporánea no representa la continuidad del comunismo marxista-leninista, sino su abandono práctico en el ámbito económico desde finales de los años setenta. Mantener la etiqueta “comunista” obedece más a razones políticas e ideológicas que a la realidad del modelo económico vigente.


El Comunismo Clásico en China: La Era Maoísta (1949-1976)


Los Fundamentos Ideológicos y la Revolución de 1949

Tras la victoria del Partido Comunista Chino (PCCh) en la guerra civil, Mao Zedong proclamó la República Popular el 1 de octubre de 1949. El nuevo régimen adoptó los principios del marxismo-leninismo adaptados al contexto chino (el llamado “pensamiento Mao Zedong”). Se nacionalizaron los medios de producción, se eliminó la propiedad privada de la tierra y se implantó una economía planificada centralmente al estilo soviético.

El Gran Salto Adelante (1958-1962): La Mayor Catástrofe Planificada de la Historia

Con el objetivo de superar industrial y agrícola a las potencias capitalistas en pocos años, Mao lanzó el Gran Salto Adelante. Las comunas populares reemplazaron a las familias campesinas como unidad básica de producción; se colectivizaron herramientas, animales y hasta utensilios de cocina. La falsificación masiva de estadísticas agrícolas por parte de cuadros locales, combinada con políticas irracionales (fundición de hierro en patios traseros, “lucha contra los gorriones”), desencadenó la mayor hambruna documentada del siglo XX. Estimaciones rigurosas oscilan entre 20 y 45 millones de muertes por inanición y enfermedades relacionadas (Dikötter, 2010; Yang, 2012).

La Revolución Cultural (1966-1976): El Apogeo del Totalitarismo Ideológico

Lejos de corregir los errores del Gran Salto, Mao inició la Revolución Cultural para “prevenir la restauración capitalista”. Millones de jóvenes Guardias Rojas persiguieron a intelectuales, funcionarios y ciudadanos comunes. La economía se paralizó, la educación superior quedó suspendida durante una década y el país se sumió en el caos. Al morir Mao en 1976, China presentaba indicadores propios de los países más pobres del planeta: esperanza de vida estancada, PIB per cápita inferior al de Bangladesh y una población rural atrapada en la miseria absoluta.


La Gran Ruptura: Las Reformas de Deng Xiaoping y el Abandonamiento Práctico del Comunismo Económico


El XI Pleno del Comité Central (1978): El Punto de Inflexión Histórico

Dos años después de la muerte de Mao, Deng Xiaoping consolidó el poder y, en diciembre de 1978, el III Pleno del XI Comité Central aprobó el programa “Reforma y Apertura” (gaige kaifang). Aunque nunca se renunció formalmente al marxismo-leninismo como ideología oficial, se introdujo el principio pragmático resumido en la célebre frase de Deng: “No importa si el gato es blanco o negro, mientras cace ratones”.

Descolectivización Agraria y el Sistema de Responsabilidad Familiar

Entre 1979 y 1983 se desmantelaron las comunas populares. Los campesinos recibieron parcelas en arrendamiento a largo plazo y pudieron vender el excedente en mercados libres. La producción agrícola creció un 50 % en apenas seis años, poniendo fin al hambre crónica.

Zonas Económicas Especiales y Atracción Masiva de Capital Extranjero

En 1980 se crearon las primeras Zonas Económicas Especiales (ZEE) en Shenzhen, Zhuhai, Shantou y Xiamen. Estas áreas operaban bajo legislación capitalista: exención fiscal, repatriación libre de beneficios y protección jurídica a la inversión extranjera. Shenzhen pasó de 30 000 habitantes en 1979 a más de 12 millones en la actualidad, convirtiéndose en el Silicon Valley chino.

Privatización Progresiva y Auge del Sector No Estatal

Aunque las empresas estatales siguen existiendo, el sector privado genera hoy cerca del 60 % del PIB y más del 80 % del empleo urbano (Lardy, 2019). Empresas como Alibaba, Tencent, Huawei (formalmente privada) y BYD operan bajo lógica de mercado y competencia global.


China Contemporánea: Capitalismo de Estado, no Comunismo Económico


Definición y Características del “Socialismo con Peculiaridades Chinas”

El PCCh acuñó en los años noventa la expresión “economía de mercado socialista”. Analistas independientes prefieren el término capitalismo de Estado (Bremmer, 2010) o capitalismo autoritario. El Estado mantiene el monopolio político y controla sectores estratégicos (energía, banca, telecomunicaciones), pero la asignación de recursos se realiza mayoritariamente mediante mecanismos de mercado.

Indicadores que Desmienten el Carácter Comunista de la Economía China

China ocupa el segundo lugar mundial en número de empresas en el Fortune Global 500 y el primero en multimillonarios según la lista Hurun (más de 1 000 en 2024). La Bolsa de Shanghai y Shenzhen es la segunda más grande del mundo por capitalización. El país lidera las patentes registradas anualmente y las exportaciones de alta tecnología. Ninguno de estos fenómenos es compatible con una economía comunista clásica.

Comparación con Modelos Comunistas Históricos

A diferencia de Cuba o Corea del Norte, donde la propiedad privada está prohibida o severamente restringida, en China existe un próspero mercado inmobiliario privado (el 90 % de las viviendas urbanas son propiedad privada). Los salarios se determinan por oferta y demanda, existe desempleo estructural y las desigualdades de renta son mayores que en muchos países capitalistas europeos (coeficiente Gini superior a 0,46).


¿Por Qué Persiste la Etiqueta “Comunista”?


Control Político Absoluto del Partido Comunista Chino

El PCCh mantiene el monopolio del poder, la censura estricta y un aparato represivo que impide la disidencia organizada. Esta dimensión autoritaria permite conservar el nombre “comunista” y utilizar la simbología revolucionaria, aunque el contenido económico haya cambiado radicalmente.

Utilidad Ideológica Interna y Externa

Internamente, la narrativa oficial presenta las reformas como “etapa primaria del socialismo”, preservando la legitimidad revolucionaria del Partido. Externamente, sirve tanto a críticos del capitalismo que buscan un “modelo alternativo” como a defensores del mismo que utilizan la etiqueta para desacreditar cualquier planificación estatal.


Consecuencias de la Confusión Conceptual


Borrado de las Víctimas del Maoísmo

Presentar la China actual como “comunismo exitoso” invisibiliza indirectamente las decenas de millones de víctimas del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Es una forma de revisionismo histórico que impide aprender de los errores del comunismo ortodoxo.

Obstáculo al Análisis Objetivo del Modelo Chino

Calificar a China de comunista impide comprender sus verdaderos desafíos: burbuja inmobiliaria, envejecimiento demográfico, dependencia tecnológica y tensiones geopolíticas derivadas precisamente de su integración capitalista al sistema mundial.


Conclusión: Desvincular la Etiqueta de la Realidad


La República Popular China dejó de ser comunista en el sentido económico en 1978. Lo que hoy observamos es un régimen político autoritario de partido único que administra una economía capitalista de gran escala. Llamarla “comunista” constituye un anacronismo que distorsiona la historia y dificulta el análisis riguroso. Reconocer esta transformación no implica aplaudir ni condenar el modelo chino en su totalidad, sino describirlo con precisión: un sistema híbrido donde el mercado genera riqueza y el Partido concentra el poder. Solo desde esa claridad conceptual podremos evaluar sus logros, sus costos humanos y sus implicaciones globales.


Referencias

Bremmer, I. (2010). The end of the free market: Who wins the war between states and corporations? Portfolio.

Dikötter, F. (2010). Mao’s great famine: The history of China’s most devastating catastrophe, 1958-62. Bloomsbury Publishing.

Lardy, N. R. (2019). The state strikes back: The end of economic reform in China? Peterson Institute for International Economics.

Naughton, B. (2007). The Chinese economy: Transitions and growth. MIT Press.

Yang, J. (2012). Tombstone: The great Chinese famine, 1958-1962. Farrar, Straus and Giroux.


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