Entre los grandes silencios del Neolítico europeo, pocos resultan tan hipnóticos como el de la cultura Cucuteni–Trypillia, cuyos símbolos, ciudades incendiadas ritualmente y figuras femeninas sugieren una cosmología compleja sin una sola palabra escrita. ¿Qué universo trataban de explicar estas espirales, fuegos y cuerpos fragmentados? ¿Y qué revelan sobre la manera en que concebían el origen y renovación del mundo?
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La cosmología de los pueblos Cucuteni–Trypillia antes del 3000 a.C.
La cultura Cucuteni–Trypillia, floreciente entre aproximadamente 5500 y 2750 a.C. en lo que hoy es el noroeste de Rumanía, Moldavia y Ucrania occidental, representa uno de los fenómenos culturales más fascinantes y enigmáticos del Neolítico europeo. Sus asentamientos, algunos de los más grandes del mundo prehistórico —con extensiones superiores a 300 hectáreas y estimaciones de población que superan los 10 000 habitantes—, desafían las nociones tradicionales sobre la complejidad social temprana en ausencia de escritura, metalurgia o estructuras estatales centralizadas. Más allá de su impresionante organización espacial y su economía agrícola diversificada, lo que ha capturado la atención de arqueólogos, historiadores de las religiones y estudiosos del simbolismo es su rico y recurrente sistema iconográfico, que sugiere una cosmología elaborada, profundamente arraigada en la experiencia cíclica de la naturaleza y el cosmos.
Los hallazgos arqueológicos atribuidos a esta cultura incluyen miles de figurillas antropomorfas, predominantemente femeninas, así como recipientes con motivos espirales, meandros, cruces, oculares y configuraciones concéntricas. Estos elementos no parecen meramente decorativos: su repetición sistemática en contextos domésticos, rituales y funerarios apunta a un lenguaje visual codificado, probablemente transmitido oralmente y aplicado en prácticas cotidianas y ceremoniales. A diferencia de las culturas mesopotámicas o egipcias contemporáneas, que desarrollaron escrituras tempranas vinculadas al control administrativo y religioso, la Cucuteni–Trypillia mantuvo una tradición exclusivamente iconográfica, cuyo significado permanece en gran medida indescifrado, pese a más de un siglo de investigación intensiva y numerosas hipótesis interpretativas.
En particular, la espiral emerge como uno de los motivos más recurrentes y simbólicamente cargados. Aparece en cerámica, en moldes de barro para fundición, y en los diseños arquitectónicos de ciertos edificios interpretados como templos o centros rituales. A nivel comparativo, la espiral ha sido asociada en otras culturas neolíticas con el movimiento cíclico del tiempo, la regeneración, la fertilidad y la dinámica cósmica —por ejemplo, en las espirales de Newgrange en Irlanda o en los petroglifos del Neolítico mediterráneo. En el caso de Cucuteni–Trypillia, su presencia en objetos relacionados con la preparación y almacenamiento de alimentos, así como en contextos funerarios, refuerza la hipótesis de una cosmología centrada en ciclos: los del año agrícola, los del cuerpo humano y los del cosmos visible. Estos ciclos no se percibían como lineales ni como meras repeticiones mecánicas, sino como procesos regenerativos imbuidos de potencia sagrada.
La arquitectura de los grandes asentamientos también aporta pistas cruciales para entender su visión del mundo. Muchos poblados muestran una organización radial o concéntrica, con estructuras dispuestas en círculos concéntricos alrededor de un espacio central vacío o de un edificio de dimensiones singulares. Algunos investigadores han interpretado este diseño como una materialización simbólica del cosmos: el centro como eje mundi, los círculos como niveles o esferas de existencia —terrenal, celeste, subterránea—, y la orientación de las casas y entradas en relación con los puntos cardinales o eventos astronómicos estacionales. Aunque no hay evidencia concluyente de observatorios astronómicos formales, los alineamientos solares y lunares registrados en ciertos sitios sugieren una observación sistemática del cielo, integrada en el calendario agrícola y en la ritualidad comunitaria.
Las figurillas, especialmente las femeninas, desempeñan un papel central en cualquier reconstrucción tentativa de su cosmogonía. La mayoría están modeladas con énfasis en atributos reproductivos, pero muchas carecen de rasgos faciales o presentan ojos incisos en forma de almendra, bocas ausentes o cabezas perforadas, lo que ha llevado a interpretaciones que van desde representaciones de ancestros o diosas madre hasta símbolos de estados de trance o de transformación espiritual. Algunas piezas excepcionales muestran cuerpos segmentados, múltiples cabezas o combinaciones antropomorfo-zoomorfas, sugiriendo una concepción fluida de la identidad y de los límites entre categorías ontológicas —humano/animal, vivo/muerto, terrenal/divino. Esta plasticidad simbólica apunta a una cosmovisión no dualista, donde las fuerzas vitales circulan entre planos interconectados, mediadas por seres y objetos que funcionan como nódulos de poder ritual.
La práctica recurrente de incendiar deliberadamente los asentamientos —fenómeno documentado en numerosos yacimientos y debatido durante décadas— ha sido interpretada también en clave cosmogónica. Más que un acto defensivo o accidental, parece tratarse de un rito periódico de renovación, vinculado a ciclos de vida, muerte y renacimiento. El fuego, en este contexto, no representa destrucción absoluta, sino purificación y regreso a un estado primordial, necesario para la reedificación del mundo social y cósmico. Esta interpretación se refuerza con la ausencia generalizada de enterramientos intramuros y la escasez de tumbas formales: los cuerpos parecen haber sido tratados mediante prácticas que implicaban exposición, desmembramiento y/o incineración parcial, integrando la muerte en el mismo ciclo regenerativo que gobierna los campos y las estaciones.
Es crucial señalar que la cultura Cucuteni–Trypillia se desarrolló antes de la expansión de los pueblos indoeuropeos en la región, y su sistema simbólico no muestra continuidad directa con las tradiciones mitológicas indoeuropeas posteriores, como las védicas o las griegas. Esto hace su estudio aún más valioso, pues ofrece una ventana a una cosmovisión preindoeuropea, probablemente vinculada a tradiciones paleoeuropeas de raíz neolítica, caracterizadas por un énfasis en la sacralidad de la tierra, el culto a fuerzas femeninas regenerativas y una percepción holística del entorno natural. Algunos estudiosos han propuesto paralelos con las culturas anatólicas contemporáneas —como Çatalhöyük—, aunque las diferencias formales y contextuales son significativas, lo que sugiere desarrollos locales autónomos, aunque quizá estimulados por intercambios a larga distancia.
El simbolismo de la doble espiral, la cruz gamada (svástica), los motivos oculares y los motivos en zigzag también merece atención. La svástica, mucho antes de su apropiación ideológica moderna, aparece en contextos neolíticos desde la India hasta Europa, casi siempre asociada al movimiento solar, la rotación del cielo y la fertilidad estacional. En Cucuteni–Trypillia, su presencia en recipientes de almacenamiento y en sellos de barro implica un uso protector y propiciatorio. Los motivos oculares, por su parte, podrían remitir a una “visión” especial —la del chamán, del ancestro o de la deidad— capaz de trascender los límites de la percepción ordinaria. El zigzag, común en representaciones de serpientes o ríos, refuerza la asociación con fuerzas telúricas y acuáticas, entidades mediadoras entre los mundos subterráneo y superficial.
A pesar de los avances en análisis arqueométricos —como espectrometría de masas, análisis de residuos orgánicos y reconstrucciones 3D de asentamientos—, el silencio de la cultura Cucuteni–Trypillia sigue siendo casi absoluto en lo que respecta a su lenguaje hablado y sus narrativas míticas. No hay inscripciones, ni glifos fonéticos, ni siquiera pictogramas inequívocos que permitan una lectura directa. Todo lo que se infiere proviene de la morfología de los objetos, su contexto estratigráfico, su distribución espacial y comparaciones tipológicas con otras culturas prehistóricas. Esta ausencia no debe interpretarse como carencia, sino como una forma distinta de transmisión cultural: una que privilegia la experiencia sensorial, el gesto ritual y la memoria corporal sobre la fijación textual.
En síntesis, la cosmología de los pueblos Cucuteni–Trypillia antes del 3000 a.C. parece haber sido una estructura simbólica integradora, capaz de articular dimensiones ecológicas, sociales y espirituales en una narrativa cíclica y regenerativa. Su universo no estaba dominado por dioses guerreros o jerarquías celestes rígidas, sino por fuerzas dinámicas —representadas mediante espirales, ojos, serpientes y figuras femeninas— que fluían entre los planos de la existencia. La casa, el pueblo, el recipiente y el cuerpo humano actuaban como microcosmos que reflejaban el orden macrocósmico, y su mantenimiento ritual —incluyendo la quema periódica— aseguraba la continuidad del mundo.
Esta visión del cosmos como un organismo vivo, interdependiente y periódicamente renovado constituye una contribución singular de esta cultura al patrimonio espiritual de la humanidad, y un recordatorio de que la complejidad simbólica no depende necesariamente de la escritura o del poder centralizado, sino de la profundidad con que una sociedad se integra en el ritmo del mundo que habita.
Referencias:
Bailey, D. W. (2005). Prehistoric figurines: Representation and corporeality in the Neolithic. Routledge.
Chapman, J. (2019). The creation of social arenas in Varna: Aspects of mortuary practice. In L. Nikolova & J. Fritz (Eds.), Prehistoric mining and metallurgy in the Southeast European context (pp. 153–168). Archaeopress.
Gimbutas, M. (1989). The language of the goddess. Harper & Row.
Monah, D. (2009). Religia și arta în cultura Cucuteni. In Cucuteni: 120 ani de cercetări (pp. 217–231). Institutul de Istorie A. D. Xenopol.
Rassmann, K., Müller, J., & Ohlrau, R. (2022). Trypillia mega-sites: Geomagnetic prospection and settlement structure. In Settlement archaeology of the Trypillia culture (pp. 45–78). Verlag Marie Leidorf.
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