Entre los salones dorados de la Inglaterra victoriana y las sombras implacables de la prisión, Óscar Wilde forjó un tapiz de epigramas afilados y pasiones prohibidas, donde la belleza se erigía como rebelión y el escándalo como corona de espinas. Este dandi de ojos verdes, que susurró “sé tú mismo, tu verdadero yo” mientras el mundo lo devoraba, encarnó el esteticismo como arma contra la hipocresía, tejiendo novelas que envejecen sin arrugas y comedias que desnudan almas. ¿Sobrevive el genio cuando la sociedad lo crucifica? ¿O la eternidad se gesta precisamente en la caída?
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📷 Imagen generada por Dall-E 3 para El Candelabro. © DR
Oscar Wilde es recordado no sólo por sus excelentes obras, como El Retrato de Dorian Grey o La importancia de llamarse Ernesto, sino también por sus famosas frases, cargadas de ironía y sarcasmo. Le tocó además sufrir la intolerancia sexual de la época victoriana, que lo llevó a la cárcel y a una muerte prematura. Uno de los personajes públicos más polémicos y llamativos de su época, continúa fascinando a los lectores de hoy, por lo que conviene repasar su vida y obra, a través del resumen que se presenta a continuación.
Biografía de Óscar Wilde: El Genio Irlandés de la Estética y el Escándalo
Óscar Wilde, figura icónica de la literatura victoriana, nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda, en el seno de una familia distinguida que moldeó su sensibilidad artística desde temprana edad. Su padre, Sir William Wilde, era un renombrado cirujano oftalmólogo y otorrinolaringólogo, autor de tratados sobre arqueología y folclore irlandés, mientras que su madre, Jane Francesca Elgee, conocida como Speranza, era una poeta nacionalista y ferviente defensora de la mitología celta. Este entorno intelectual, impregnado de conversaciones eruditas y un espíritu rebelde contra el orden británico, forjó en el joven Óscar una pasión por la belleza y la ironía que definiría su vida y obras. Bautizado como católico romano a petición de su madre, pese a la tradición anglicana familiar, Wilde creció en un hogar donde la literatura y el arte eran pilares esenciales, preparando el terreno para su futura biografía como el epítome del esteticismo.
La infancia de Óscar Wilde transcurrió en una Dublín vibrante, marcada por la opulencia familiar y las tensiones políticas irlandesas. Con dos hermanos, Willie y Isola, el futuro escritor disfrutó de una educación privilegiada que incluyó tutores privados y lecturas voraces de clásicos griegos y romanos. La muerte prematura de su hermana Isola a los diez años, por fiebre, dejó una huella profunda en su psique, evocada en cuentos posteriores como El gigante egoísta. En 1864, ingresó en la Portora Royal School de Enniskillen, donde destacó por su inteligencia y excentricidad, ganando premios en clásicos y dibujo. Esta etapa formativa no solo afiló su ingenio, sino que también sembró las semillas de su pose estética, un rasgo que lo distinguiría en la sociedad londinense. La vida temprana de Óscar Wilde, rica en influencias culturales, anticipaba el genio que cuestionaría las convenciones victorianas con gracia mordaz.
De Portora, Wilde avanzó a Trinity College en Dublín en 1871, donde obtuvo becas por su excelencia en clásicos, culminando en 1874 con la medalla de oro Berkeley en griego. Su traslado a Magdalen College, Oxford, en 1874, marcó un punto de inflexión: bajo la tutela de mentores como John Ruskin y Walter Pater, abrazó el esteticismo, doctrina que proclamaba “el arte por el arte”. En Oxford, Wilde se convirtió en un dandi legendario, decorando sus habitaciones con porcelanas azules y ganando el premio Newdigate en 1878 por su poema Ravenna. Esta biografía académica de Óscar Wilde revela un joven que fusionaba erudición con provocación, declarando: “¡Ojalá pudiera estar a la altura de mi porcelana azul!”. Sus años universitarios forjaron el crítico y poeta que desafiaría la moralidad burguesa.
Tras graduarse en 1878, Wilde se mudó a Londres, epicentro del esteticismo, donde su apariencia extravagante —chaqueta de terciopelo, pantalones ajustados y corbata de moño— lo convirtió en caricatura viva. En 1881, autopublicó Poemas, una colección influida por Keats, Rossetti y Swinburne, que aunque no fue un éxito comercial, estableció su voz lírica. La sátira de Punch y la ópera Patience de Gilbert y Sullivan, que parodiaba su figura como el rapto Bunthorne, catapultaron su fama como portavoz del movimiento estético. La carrera inicial de Óscar Wilde como conferenciante en Estados Unidos y Canadá en 1882, donde proclamó en aduanas: “Nada que declarar excepto mi genio”, consolidó su imagen de excéntrico irlandés. Esta etapa de la vida de Oscar Wilde ilustra su astucia para transformar la burla en celebridad.
En 1884, Wilde contrajo matrimonio con Constance Lloyd, una mujer de buena familia irlandesa, en una unión que parecía convencional pero ocultaba tensiones crecientes. Tuvieron dos hijos, Cyril en 1885 y Vyvyan en 1886, y se instalaron en una vida de aparente estabilidad en Londres. Sin embargo, bajo la superficie, Wilde exploraba su sexualidad, iniciando una relación con el periodista canadiense Robert Ross alrededor del nacimiento de Vyvyan, lo que marcó el comienzo de sus affaires homosexuales en una era de represión legal. Como editor de Woman’s World de 1887 a 1889, revitalizó la revista con ensayos sobre moda, arte y feminismo, publicando simultáneamente El príncipe feliz y otras cuentos en 1888, relatos alegóricos que revelaban su compasión por los marginados. La vida personal de Óscar Wilde, entre deberes familiares y deseos prohibidos, prefiguraba los escándalos que eclipsarían su legado literario.
El decenio de 1890 representó el apogeo creativo de Óscar Wilde, con obras que definieron su contribución al canon literario. En 1890, El retrato de Dorian Gray, su única novela, apareció en Lippincott’s Monthly Magazine, provocando escándalo por sus temas de hedonismo y homoerotismo velado. Wilde defendió la obra en un prefacio icónico: “No hay libros morales o inmorales; los libros son bien o mal escritos”. Siguió Intenciones (1891), ensayos que exaltaban la estética influenciados por Gautier y Whistler, y colecciones de cuentos como El crimen de Lord Arthur Savile (1891). Sus comedias de salón revolucionaron el teatro inglés: El abanico de Lady Windermere (1892) satirizó la hipocresía social, mientras Una mujer sin importancia (1893) exploraba el estigma de la ilegitimidad. La biografía de las obras de Oscar Wilde en esta fase destaca su maestría en el epigrama, como “La sociedad es deliciosa; estar en ella es un aburrimiento, pero salir de ella es una tragedia”.
La relación de Wilde con Lord Alfred Douglas, apodado “Bosie”, iniciada en 1891, se convirtió en el eje de su caída. Este joven aristócrata de 16 años menor inspiró pasión y ruina, alimentando poemas y cartas fervientes. En 1892, Wilde escribió Salomé en francés, una tragedia bíblica censurada en Inglaterra por su sensualidad, ilustrada por Aubrey Beardsley. Sus éxitos teatrales continuaron con Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895), esta última considerada su obra maestra, un farce que desmontaba la vacuidad victoriana con líneas como: “Todas las mujeres se convierten en sus madres. Esa es su tragedia. Ningún hombre lo hace. Ese es el suyo”. Sin embargo, la obsesión de Douglas por su padre, el marqués de Queensberry, un homófobo virulento, desencadenó el infame escándalo de Oscar Wilde. La vida de Oscar Wilde, entre triunfos artísticos y turbulencias románticas, se precipitó hacia el abismo legal.
El 18 de febrero de 1895, Queensberry dejó una tarjeta en el club de Wilde acusándolo de “sodomita empedernido”. Incitado por Douglas, Wilde demandó por libelo, un error fatal que expuso su correspondencia erótica y testigos de prostitución masculina. El juicio, en abril de 1895, colapsó ante evidencias bajo la Ley de Enmienda Criminal de 1885, que penalizaba actos homosexuales. Arrestado por “indecencia grave”, Wilde defendió en el banquillo el “amor que no osa decir su nombre” como una forma platónica admirada por Shakespeare y Michelangelo. Condenado a dos años de trabajos forzados en mayo de 1895, su encarcelamiento en la prisión de Reading Gaol destruyó su salud y fortuna. El escándalo de Óscar Wilde, un hito en la historia de la persecución LGBTQ+, simboliza la colisión entre genio individual y moralidad represiva.
Durante su reclusión, Wilde compuso De profundis (publicado póstumamente en 1905), una epístola introspectiva dirigida a Douglas que medita sobre el sufrimiento, la redención y la figura de Cristo como arquetipo del artista. Separado de Constance, quien huyó al continente con los hijos y adoptó el apellido Holland, Wilde soportó humillaciones físicas y emocionales, incluyendo el uso de la “gorra penal” que le dañó el oído. Liberado en mayo de 1897, arruinado y exiliado, se refugió en Francia bajo el seudónimo Sebastian Melmoth. Allí, escribió La balada de Reading Gaol (1898), un poema denuncia de las brutalidades carcelarias que vendió miles de copias y solidificó su voz profética. Los últimos años de la vida de Oscar Wilde, marcados por la pobreza y reconciliaciones efímeras con Douglas, revelan una resiliencia espiritual ante la adversidad.
La muerte de Óscar Wilde ocurrió el 30 de noviembre de 1900 en el Hôtel d’Alsace de París, a los 46 años, víctima de una meningitis cerebral derivada de una infección ótica agravada por su tiempo en prisión. En sus postrimerías, se convirtió al catolicismo romano, una ironía dada su crianza nominal y críticas a la religión organizada. Sus últimas palabras, supuestamente: “Mi papel tapiz y yo libramos un duelo a muerte. Uno de los dos ha de marcharse”, encapsulan su humor irónico hasta el final. Enterrado en el cementerio de Père-Lachaise, Wilde dejó un legado de deudas y manuscritos dispersos, pero su espíritu indomable perduró en amigos como Robert Ross, su albacea literario. La biografía de la muerte de Oscar Wilde cierra un capítulo trágico, pero abre la puerta a su inmortalidad cultural.
El legado de Óscar Wilde trasciende sus obras maestras, influyendo en el modernismo y los derechos queer. El retrato de Dorian Gray prefigura el psicoanálisis freudiano con su exploración del doppelgänger moral, mientras sus comedias siguen representándose globalmente, adaptadas en cine y teatro contemporáneo. Como icono del esteticismo, Wilde desafió el utilitarismo victoriano, proclamando que “la vida imita al arte mucho más que el arte a la vida”. Su indulto póstumo en 2017 bajo la Ley Turing reconoció la injusticia de su condena, revitalizando debates sobre identidad sexual. En Irlanda, su casa natal es ahora un centro cultural, y frases como “Somos todos en el arroyo, pero algunos miramos a las estrellas” inspiran generaciones. La influencia perdurable de las obras de Oscar Wilde en la literatura y la estética lo posiciona como un faro de rebeldía ingeniosa.
En retrospectiva, la biografía de Óscar Wilde encapsula las contradicciones de la era victoriana: un dandi que encarnaba la sofisticación mientras exponía sus podredumbres ocultas. Su vida, desde los salones de Oxford hasta las celdas de Reading, ilustra cómo el genio florece en la tensión entre convención y transgresión. Wilde no solo escribió sobre la belleza efímera; la vivió, pagando con su libertad el precio de su autenticidad. Su caída no empañó su brillo, sino que lo amplificó, convirtiéndolo en mártir de la libertad artística y personal. Hoy, en un mundo que reevalúa sus legados queer, Wilde resuena como recordatorio de que el verdadero escándalo reside en la hipocresía social, no en el amor disimulado. Su historia, rica en triunfos y caídas, invita a una reflexión profunda sobre la condición humana, asegurando su lugar eterno en el panteón literario.
La trascendencia de Óscar Wilde radica en su capacidad para humanizar la estética, transformando el epigrama en arma contra la rigidez moral. Sus cuentos infantiles, como El ruiseñor y la rosa, infunden moralidad poética en narrativas simples, mientras Salomé anticipa el simbolismo decadentista. Culturalmente, Wilde influyó en autores como Yeats y Shaw, y su imagen —el sombrero de copa y el clavel verde— simboliza la queeridad victoriana. En el contexto de la biografía detallada de Oscar Wilde, su legado no es mero anecdotario, sino un llamado a la empatía y la innovación. Al concluir, afirmamos que Wilde, el irlandés que conquistó Londres para luego ser exiliado por París, permanece vivo en cada lector que descubre en sus palabras el placer de la disidencia elegante.
Referencias:
Ellmann, R. (1988). Oscar Wilde. Vintage Books.
Holland, M., & Hart-Davis, R. (Eds.). (2000). The complete letters of Oscar Wilde. Henry Holt and Company.
McKenna, N. (2005). The secret life of Oscar Wilde. Arrow Books.
Pearce, J. (2001). The unmasking of Oscar Wilde. HarperCollins.
Schultz, W. T. (2001). De profundis: Prison as a turning point in Oscar Wilde’s life story. Narrative Inquiry, 11(1), 39-64.
La obra de Oscar Wilde

Oscar Wilde no sólo fue un escritor prolífico, sino que cultivó varios géneros literarios, a saber:
- Poesía. Su recopilación de versos, publicada en 1881 bajo el título Poemas fue, como anotamos, su primer éxito editorial. A su vez, una de sus últimas obras fue, precisamente, el poema La Balada de la cárcel de Reading Gaol, cuyo tema es la ejecución de un hombre por el asesinato de su esposa. Se basa en un hecho real presenciado por Wilde mientras cumplía condena.
- Ensayo. Wilde tuvo una extensa actividad periodística, a través de cartas y artículos publicados a lo largo de muchos años en varios periódicos londinenses, especialmente el Daily Chronicle, además de sus charlas sobre el tema del esteticismo, o la importancia del arte por el arte. La principal recopilación de estos escritos es Intenciones, publicado en 1891.
- Relatos. Curiosamente, Oscar Wilde escribió solo una novela: El retrato de Dorian Gray, una de sus obras más conocidas, y que narra la historia de un joven rico y apuesto que, consciente de que su juventud y belleza se irían desvaneciendo con el tiempo, “vende” su alma y comienza a vivir de forma desordenada y haciendo daño a sus semejantes. Aunque él se mantiene intacto físicamente, un retrato que le ha hecho un famoso artista va reflejando su envejecimiento y sus pecados.
Sobresalen también sus cuentos, recogidos en varias recopilaciones. Tal vez los que más recordemos sean, por ejemplo, El gigante egoísta, o El ruiseñor y la rosa, así como el relato El Fantasma de Canterville.
Mención especial merece la epístola De Profundis, que escribió al propio Lord Alfred Douglas desde prisión.
- Teatro. No obstante, el mayor éxito, especialmente mientras vivía, se lo dieron sus obras de teatro, siete en total: Vera o los nihilistas; La duquesa de Padua; El abanico de Lady Windermere; Una mujer de importancia; Salomé (escrita originalmente en francés); Un marido ideal (1895); y La importancia de llamarse Ernesto, su última y más destacada.
Oscar Wilde y sus frases célebres
Una de las razones por las cuales Wilde se mantiene vivo en las mentes de las generaciones actuales es, seguramente, por sus frases ingeniosas, que frecuentemente se reproducen en las más diversas ocasiones.
Se menciona mucho, por ejemplo, que cuando viajó a los Estados Unidos en 1882 y el funcionario de Aduanas le preguntó si tenía algo que declarar, Wilde respondió: “Nada, excepto mi talento”.
Mi favorita, sin embargo, es su comentario sobre el escritor George Bernard Shaw: “es un hombre que no tiene enemigos, pero que es altamente odiado por sus amigos”.
También podemos reproducir, a modo de ejemplo, puesto que hay cientos, la siguientes:
- “Amarse a sí mismo es el comienzo de un idilio que durará toda la vida.”
- “La muerte es la cosa, la única, que me aterra siempre. La odio. Hoy se puede sobrevivir a todo menos a ella.”
- “No existen preguntas indiscretas, sólo respuestas indiscretas”.
- “La vida es un teatro, pero tiene un reparto deplorable.”
- “Haría cualquier cosa por recuperar la juventud… excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad.”
- “La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador”.
- “Que hablen de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen”.
La influencia de Oscar Wilde en la literatura
Más que los propios escritos de Wilde, ha sido su personalidad y su vida la que ha suscitado un gran interés, no sólo del público, sino de otros escritores. Son muchas las biografías sobre él, tanto de quienes lo conocieron como de autores de generaciones futuras. Entre los trabajos que refieren a su vida vale la pena mencionar la biografía escrita por André Gide, por ejemplo y, más recientemente, la de Richard Ellmann, ganadora del Premio Pulitzer en 1989. La vida de Wilde ha sido llevada tanto al cine como al teatro, especialmente la etapa referida al desastroso juicio de 1895.
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