Entre los relatos más persistentes de la historia europea destaca la imagen de una Inquisición española feroz, incendiaria y obsesionada con la brujería, un mito que contrasta radicalmente con la evidencia documental. ¿Cómo se construyó esta percepción distorsionada? ¿Y por qué España vivió muchas menos persecuciones que el resto de Europa?


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📷 Imagen generada por GPT-4o para El Candelabro. © DR

La Inquisición española y la caza de brujas en Europa: mito, evidencia histórica y legado crítico


La imagen de la Inquisición española como una fuerza irracional, sanguinaria y obsesionada con la brujería es uno de los elementos más arraigados de los imaginarios europeos modernos. Desde la literatura protestante del siglo XVI hasta la cultura popular contemporánea, el estereotipo de un tribunal que quemó a miles de mujeres acusadas de hechicería se ha consolidado como parte de la llamada Leyenda Negra. Sin embargo, las investigaciones históricas de las últimas décadas revelan un panorama diametralmente distinto: mientras el centro y norte de Europa protagonizaban persecuciones masivas que dejaron decenas de miles de muertos, la Corona hispánica y la Inquisición española aplicaban criterios escépticos, racionales y jurídicamente rigurosos que limitaron de manera drástica las ejecuciones por brujería. Este ensayo analiza la divergencia entre mito y realidad, contextualiza la figura del inquisidor Alonso de Salazar y Frías como pionero del pensamiento crítico y examina las razones por las cuales España experimentó un fenómeno de caza de brujas significativamente menor al del resto del continente.


La caza de brujas en Europa: un fenómeno continental


Entre los siglos XV y XVII, Europa vivió una de las olas represivas más intensas de su historia: la persecución de personas acusadas de pactar con el diablo, practicar maleficios o generar daños sobrenaturales. La historiografía coincide en que entre 40.000 y 60.000 personas fueron ejecutadas, la mayoría mujeres, en procesos llevados a cabo principalmente por autoridades civiles, no eclesiásticas (Levack, 2016).

Las regiones más afectadas fueron:

  • El Sacro Imperio Romano Germánico, con miles de ejecuciones en pequeños señoríos autónomos sometidos a presiones religiosas y sociales.
  • Suiza, especialmente sus cantones protestantes.
  • Francia, sobre todo en su frontera oriental.
  • Escocia e Inglaterra, que vivieron episodios de histeria colectiva y legislación particularmente severa.

Estos procesos combinaban factores sociales, económicos, religiosos y jurídicos. A diferencia de la Inquisición española, que exigía pruebas materiales y procedimientos centralizados, muchas jurisdicciones europeas aplicaban legislación civil que aceptaba confesiones obtenidas bajo tortura y valoraba testimonios de vecinos sin necesidad de corroboración.


La situación en España: un contraste documentado


España presenta un caso singular. Según los estudios de Henningsen (1980), Kamen (2014) y Alcalá (2012), el número de personas ejecutadas por brujería en territorio español entre los siglos XV y XVIII es notablemente inferior al de otros países europeos. Las estimaciones más altas oscilan entre 300 y 1.000 ejecuciones, distribuidas irregularmente y lejos de las cifras del norte del continente.

La clave para esta diferencia radica en el marco jurídico y teológico de la Inquisición española, que desde su origen mostró cautela frente a las acusaciones de brujería. Aunque el tribunal desarrolló procedimientos severos en otros ámbitos —especialmente contra judaizantes, protestantes o moriscos—, en materia de hechicería adoptó un enfoque restrictivo y racional basado en la exigencia de pruebas, el rechazo al testimonio no verificado y la condena de las supersticiones populares.

Entre sus principios destacan:

  1. Necesidad de evidencia material: la Inquisición consideraba insuficientes las visiones, sueños o rumores.
  2. Desconfianza hacia la tortura: aunque se utilizó en otros procesos, se limitó estrictamente y nunca como prueba única.
  3. Distinción entre superstición y brujería demoníaca: muchas acusaciones se trataban como ignorancia, no como crimen teológico.
  4. Centralización del procedimiento: evitaba las escaladas de histeria colectiva típicas de regiones sin un tribunal único.

Este marco se consolidó especialmente a partir del caso de Zugarramurdi y la intervención de Alonso de Salazar y Frías.


El caso de Zugarramurdi y la figura de Alonso de Salazar y Frías


En 1609, en el valle navarro de Zugarramurdi, una serie de acusaciones y rumores sobre reuniones nocturnas, vuelos sobrenaturales y pactos diabólicos desató una ola de denuncias. El tribunal de Logroño abrió un proceso que culminó en 1610 con la ejecución de once personas. Aunque este episodio suele citarse como ejemplo de fanatismo inquisitorial, su desenlace posterior demostró exactamente lo contrario.

Ese mismo año, la Suprema envió al inquisidor Alonso de Salazar y Frías para realizar una investigación exhaustiva. Su intervención marcó un hito en la historia del pensamiento crítico en Europa. Salazar recorrió más de 800 poblaciones, examinó a miles de testigos, recogió declaraciones contradictorias y analizó cada relato con criterios racionales y empíricos.

Sus conclusiones fueron revolucionarias:

  • La mayoría de confesiones eran contradictorias, obtenidas bajo presión psicológica o basadas en fantasías inducidas.
  • No existían pruebas materiales de reuniones diabólicas, vuelos o maleficios.
  • La propaganda oral y la difusión de panfletos habían generado un clima de miedo que llevando a falsas acusaciones.

La frase que sintetiza su análisis es hoy célebre:

“No hubo brujas ni embrujados hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos.”

En 1613 redactó el Informe Salazar, considerado uno de los documentos más lúcidos de la Europa moderna. A raíz de su trabajo, la Inquisición promulgó en 1614 unas nuevas directrices que prohibían tajantemente ejecutar a personas acusadas únicamente por confesiones, sueños, rumores o testimonios sin pruebas. Desde entonces, la persecución de brujas prácticamente desapareció de España.


Una racionalidad inesperada: causas de la diferencia española


La moderación española ante la brujería no se explica por una “modernidad” adelantada ni por una superioridad cultural, sino por una combinación de factores específicos:

1. Tradición jurídica centralizada

El sistema inquisitorial dependía de una institución nacional capaz de controlar excesos locales. En Europa central, en cambio, señoríos independientes podían iniciar persecuciones masivas sin supervisión.

2. Teología católica más escéptica con el demonio cotidiano

La demonología protestante otorgaba al diablo un protagonismo más directo en la vida diaria, mientras la teología católica tendía a considerar muchas prácticas como supersticiones menores.

3. Rechazo a la histeria colectiva

La Inquisición desconfiaba de los rumores populares, mientras muchas autoridades civiles del norte los utilizaban como punto de partida.

4. Roles de género distintos

Algunas regiones protestantes desarrollaron una visión misógina más marcada que vinculaba a las mujeres con el mal, algo menos presente en la mentalidad jurídica hispana.


Mito, identidad y memoria histórica: por qué persisten las percepciones erróneas


La imagen internacional de la Inquisición sigue dominada por la retórica propagandística protestante de los siglos XVI y XVII, que caricaturizó a España como un bastión de fanatismo y represión. La publicación de textos como los de William of Orange o la propaganda inglesa durante la guerra anglo-española fijaron una visión profundamente negativa cuyo eco aún pervive.

En el ámbito hispano, esta imagen ha provocado una reacción inversa: narrativas identitarias que exaltan a la Inquisición como una institución racional, científica o incluso humanitaria. Ambas posturas son reduccionistas.

La realidad es más compleja:

  • La Inquisición fue una institución represiva que persiguió a numerosos grupos religiosos.
  • Pero también fue, en materia de brujería, el tribunal más escéptico de Europa.
  • Ni demonios en cada esquina ni tribunales benévolos: simplemente un organismo jurídico con criterios particulares que, por razones históricas y teológicas, frenó uno de los mayores episodios de violencia social de la Europa moderna.

Conclusión


El contraste entre el mito popular y la evidencia histórica demuestra que la Inquisición española jugó un papel atípico en la Europa de la caza de brujas. Si bien fue un tribunal severo en otros aspectos, su tratamiento de la brujería destaca por una racionalidad rara en su tiempo, ejemplificada en la figura de Alonso de Salazar y Frías. Su trabajo no solo limitó las ejecuciones en España, sino que constituye uno de los primeros ejercicios documentados de análisis crítico ante fenómenos de histeria colectiva. La historiografía contemporánea permite abandonar tanto la Leyenda Negra como la Leyenda Rosa y comprender el fenómeno en toda su complejidad. España no fue un oasis de modernidad absoluta, pero sí un caso singular de cautela jurídica en un periodo en que el resto del continente sucumbía al miedo y la superstición.


Referencias (formato APA)

Alcalá, A. (2012). La Inquisición en España: una nueva visión. Marcial Pons.

Henningsen, G. (1980). The Witches’ Advocate: Basque Witchcraft and the Spanish Inquisition (1609–1614). University of Nevada Press.

Kamen, H. (2014). The Spanish Inquisition: A Historical Revision. Yale University Press.

Levack, B. (2016). The Witch-Hunt in Early Modern Europe (4th ed.). Routledge.

Monter, E. W. (2002). Witchcraft in France and Switzerland. Cornell University Press.


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