Entre el oro que inundó Europa tras el descubrimiento de América y el alza silenciosa de los precios cotidianos, nació una de las intuiciones más profundas del pensamiento económico: el valor del dinero depende de su escasez. En el siglo XVI, Martín de Azpilcueta observó cómo la abundancia monetaria alteraba salarios, comercio y justicia social. ¿Puede el exceso de riqueza empobrecer a una sociedad? ¿Hasta qué punto seguimos viviendo hoy las mismas consecuencias?
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El séptimo factor que hace que el dinero aumente o disminuya su valor es que exista gran escasez o, por el contrario, abundancia de él. El dinero vale más allí y cuando hay escasez.
Así lo demuestra la experiencia: en Francia, donde hay menos dinero que en España, el pan, el vino, los tejidos, la mano de obra y el trabajo de los hombres cuestan mucho menos.
Incluso en España, cuando había menos dinero, las cosas que se vendían, así como el trabajo y el esfuerzo de las personas, se pagaban a precios mucho más bajos que después del descubrimiento de las Indias, cuando el oro y la plata inundaron el país.
La causa de todo esto es que el dinero tiene mayor valor donde y cuando es escaso, y menor valor donde y cuando es abundante.
— Martín de Azpilcueta, Comentario resolutorio de cambios, Salamanca, 1556.
La escasez del dinero y el valor económico en el pensamiento de Martín de Azpilcueta
La reflexión sobre el valor del dinero ocupa un lugar central en la historia del pensamiento económico. Mucho antes de la formulación matemática de la inflación o de las teorías monetarias modernas, algunos autores observaron empíricamente la relación entre la cantidad de dinero en circulación y el precio de los bienes. Entre ellos destaca Martín de Azpilcueta, jurista y teólogo del siglo XVI, cuya obra ofrece una comprensión sorprendentemente clara de un fenómeno que hoy se considera fundamental para la economía política. Su análisis surge en un contexto marcado por profundos cambios sociales, comerciales y financieros en la Europa moderna.
El siglo XVI fue una época de transformación acelerada. El descubrimiento de América y la llegada masiva de metales preciosos alteraron de manera decisiva los equilibrios económicos tradicionales. España, como principal receptora de oro y plata, se convirtió en un laboratorio histórico de los efectos de la abundancia monetaria. Azpilcueta observó que el aumento del dinero no producía prosperidad automática, sino un encarecimiento generalizado de los bienes y del trabajo. Esta constatación empírica cuestionaba la idea intuitiva de que más dinero implicaba necesariamente mayor riqueza real.
En su Comentario resolutorio de cambios, Azpilcueta afirma que el dinero “vale más donde y cuando hay falta de él”. Esta frase condensa una intuición clave: el valor del dinero no es fijo ni intrínseco, sino relativo a su disponibilidad. Cuando el dinero escasea, cada unidad adquiere mayor poder de compra; cuando abunda, ese poder disminuye. Esta idea, formulada en un lenguaje propio de su tiempo, anticipa conceptos centrales de la teoría cuantitativa del dinero y ofrece una explicación coherente de la inflación observada en la España del Siglo de Oro.
La comparación que establece entre Francia y España resulta especialmente reveladora. Azpilcueta señala que, a pesar de contar con menos dinero, en Francia los precios del pan, del vino y del trabajo humano eran más bajos. Esta observación desmonta la identificación simplista entre riqueza monetaria y bienestar económico. Para el autor, lo decisivo no es la cantidad absoluta de dinero, sino su relación con los bienes disponibles. Cuando el dinero crece más rápido que la producción, los precios tienden a subir y el salario real se erosiona.
Desde una perspectiva histórica, estas ideas representan un avance notable. Azpilcueta no se limita a describir un fenómeno, sino que busca su causa. Identifica la abundancia monetaria como el factor que reduce el valor del dinero y explica por qué, tras la llegada de los metales americanos, los precios en España aumentaron de forma sostenida. Este razonamiento se apoya en la experiencia cotidiana y en la observación comparada, métodos que hoy consideraríamos propios de un análisis económico riguroso, aunque formulados dentro de un marco moral y jurídico.
El interés de Azpilcueta no era puramente teórico. Como teólogo moral, estaba preocupado por la justicia en los intercambios y por la legitimidad de los precios. Comprender el valor del dinero era esencial para juzgar prácticas como el préstamo, el salario justo o el comercio internacional. En este sentido, su reflexión monetaria se inscribe en una tradición ética que busca armonizar la economía con principios morales. La escasez y la abundancia del dinero no eran solo hechos económicos, sino también factores con implicaciones sociales profundas.
La relevancia contemporánea de estas ideas es evidente. En un mundo marcado por políticas monetarias expansivas, emisión de dinero fiduciario y debates sobre inflación, las intuiciones de Azpilcueta conservan una notable actualidad. Aunque los instrumentos financieros han cambiado, la relación básica entre cantidad de dinero y precios sigue siendo un tema central. La historia económica muestra que ignorar esta relación puede conducir a desequilibrios persistentes y a pérdidas de poder adquisitivo para amplios sectores de la población.
Además, el enfoque de Azpilcueta invita a una reflexión crítica sobre el concepto de riqueza. La acumulación de dinero no garantiza por sí misma una mejora en las condiciones de vida si no va acompañada de una producción real de bienes y servicios. Esta lección, formulada en el contexto del siglo XVI, resulta especialmente pertinente en economías modernas donde el crecimiento financiero puede desvincularse del bienestar social. El análisis histórico permite comprender que ciertos problemas no son nuevos, sino recurrentes.
Desde el punto de vista del pensamiento económico, Azpilcueta ocupa un lugar destacado dentro de la llamada Escuela de Salamanca. Este grupo de autores contribuyó de manera decisiva al desarrollo de conceptos como el precio justo, el valor subjetivo y la función del dinero. Aunque durante mucho tiempo su aportación fue subestimada, hoy se reconoce que sentaron bases intelectuales que influyeron en la economía moderna. Su reflexión sobre la inflación precede en siglos a formulaciones más sistemáticas.
La claridad conceptual de Azpilcueta se aprecia en su capacidad para explicar fenómenos complejos con ejemplos simples. Al hablar del precio del trabajo humano, muestra que el salario también está sujeto a las mismas leyes que los bienes materiales. Cuando el dinero pierde valor, el trabajador necesita más unidades monetarias para mantener su nivel de vida. Esta observación conecta directamente con debates actuales sobre salarios reales, costo de la vida y poder adquisitivo.
En términos metodológicos, su obra demuestra la importancia de la observación empírica y de la comparación histórica. Azpilcueta no construye su argumento a partir de abstracciones, sino de hechos observables: diferencias de precios entre países, cambios a lo largo del tiempo y efectos concretos en la vida cotidiana. Este enfoque refuerza la credibilidad de su análisis y explica por qué sus ideas siguen siendo objeto de estudio en la historia del pensamiento económico.
La vigencia de su reflexión se manifiesta también en el lenguaje actual de la economía. Conceptos como inflación, oferta monetaria y valor del dinero encuentran en Azpilcueta un antecedente claro. Aunque no emplea terminología moderna, su razonamiento es compatible con modelos posteriores. Reconocer esta continuidad histórica permite valorar la profundidad intelectual de un autor que, desde su contexto, supo captar dinámicas económicas fundamentales.
Así pues, el pensamiento de Martín de Azpilcueta sobre la escasez y la abundancia del dinero constituye una aportación esencial para comprender la relación entre moneda, precios y bienestar social. Su análisis, nacido de la observación de la Europa del siglo XVI, anticipa principios que siguen siendo centrales en la economía contemporánea. Al mostrar que el valor del dinero depende de su cantidad relativa y no de su mera existencia, Azpilcueta ofrece una lección duradera: la verdadera riqueza no reside en la acumulación monetaria, sino en el equilibrio entre dinero, producción y justicia en los intercambios.
Referencias
Azpilcueta, M. de. (1556). Comentario resolutorio de cambios. Salamanca.
Grice-Hutchinson, M. (1952). The School of Salamanca: Readings in Spanish Monetary Theory, 1544–1605. Oxford University Press.
Rothbard, M. N. (1995). Economic Thought Before Adam Smith. Edward Elgar.
Schumpeter, J. A. (1954). History of Economic Analysis. Oxford University Press.
De Roover, R. (1955). Scholastic economics: Survival and lasting influence from the sixteenth century. Quarterly Journal of Economics, 69(2), 161–190.
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