Irma Ilse Ida Grese fue una supervisora de prisioneros alemana en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen y Ravensbrück durante la Segunda Guerra Mundial.



LA HIENA DE AUSCHWITZ (Irma Grese)


“…Por aquel entonces, las «selecciones» eran llevadas a cabo por las más altas jerarquías femeninas del campo, Hasse e Irma Grese. Los lunes, miércoles y sábados, duraban las revistas desde el amanecer hasta que expiraba la tarde, hora en que tenían ya completa su cuota de víctimas.”

Se decía en uno de los testimonios que aseguraban la historia de una de las mujeres que marco una era atroz en aquella Alemania nazi gobernada por Hitler, apodada «La bella bestia», «La cancerbera» o «La perra de Belsen» por los prisioneros de estos campos a causa de su comportamiento sádico y perverso, Irma Grese fue una de las criminales de guerra más famosas y crueles de la historia reciente y hoy estaremos repasando su historia y como llego a convertirse a su corta edad en una figura sanguinaria.

Irma Ilse Ida Grese nace el 7 de octubre de 1923 en Wrechen en la antigua república de Weimar, Alemania. Hija del agricultor Alfred Grese, quien se oponía a las políticas del tercer Reich, y su madre Berta quien decidio quitarse la vida en 1936 debido a que encontró que su marido la estaba engañando. Irma dejo la escuela a los quince años producto de su poco o nulo desempeño en los estudios debido a que tendría muchos más problemas durante su infancia, incluidos algunos en la escuela.

Una de las hermanas de Grese, Helene, contó sobre el maltrato que sufrió Grese y su imposibilidad de defenderse. Mortificada por lo que vivía en la escuela, Grese se retiró cuando era solo una adolescente. Su interés en pertenecer a “La liga de la juventud femenina alemana” (Bund Deutscher Mädel) era otra de las causas por las cuales Grese abandono los estudios, cosa a la que su padre se oponía rotundamente.

Para conseguir su propio sustento, Grese trabajó en una granja y luego en una tienda. Como muchos alemanes, fue hechizada por Hitler y, a los 19 años, la joven mujer encontró un empleo como guardia en el campo de concentración de Ravensbruck, donde apresaban exclusivamente a mujeres.

Irma Grese llegó por primera vez a Ravensbrück en marzo de 1941, pero la emplazaron a volver seis meses después, una vez que tuviera cumplidos los dieciocho años y pudiera alistarse para la formación en las SS. Aunque esperó más de un año para volver al campo de concentración, cuando lo hizo fue para ofrecerse como voluntaria para el servicio de guardia auxiliar. Desde el primer momento eligió ser miembro del servicio de guardia de un campo de exterminio.

Los crímenes de Grese al servicio de los nazis comenzaron con el entrenamiento, las sesiones de golpes a las internas. Al parecer, a través de esta práctica, Grese descubrió que sentía algún tipo de placer sádico mientras presenciaba el dolor de los demás, especialmente cuando ella era la que lo causaba.

Sobre el papel, Irma Grese estuvo en Ravensbrück solamente siete meses, tiempo en el que supervisó los Arbeitskommandos, pero su recuerdo quedaría grabado para siempre en la mente de las supervivientes de sus sádicas prácticas.


LA HIENA AUSCHWITZ


Irme Grese fue transferida a Auschwitz en enero de 1943. Si bien en un inicio tuvo que cumplir tareas de telefonista dentro del campo, con el paso del tiempo logró ascender de rango hasta convertirse en una de las principales guardias del lugar.

Al poco tiempo ya había ganado fama por ser una de las torturadoras más crueles. Para llevar a cabo esto se ayudaba con un látigo que cargaba durante todo el día en el lugar. Además, siempre llevaba consigo perros que entrenaba para atacar a las internas.

Junto con eso, algunos también aseguran que no alimentaba a los perros por días, con el objetivo de lanzarlos contra las internas que no eran de su agrado. Se dice que aquellas bestias eran capaces de devorar a sus víctimas.

Olga Lengyel, prisionera húngara que sobrevivió a Auschwitz, declaró en el juicio de Belsen que la mujer también se valía de patadas y golpes de puño para amedrentar a quienes estaban de rehenes en el campo.

“Cuando (Grese) caminaba con un látigo en la mano, apestaba con su olor a perfume barato. El látigo se convirtió en su marca personal, de la que hacía gala especialmente cuando los guardias del campo golpeaban y torturaban a reclusos muy débiles”, sostuvo en esa oportunidad.

Otro hecho que protagonizó en Polonia fue un supuesto romance que tuvo con el infame médico Josef Mengele, quien quedó en el lado oscuro de la historia por realizar sus experimentos científicos con internos.

Hasta hoy se cree, si bien no está comprobado, que Irma Grese realizó severos abusos sexuales contra internos de distinto sexo en el lugar, lo que también había sido parte de su deseo de hacer daño a los demás.

Es bien conocido que en los campos de concentración muchos de los condenados fueron usados para hacer jabón, velas y otros macabros instrumentos. Todas estas cosas se hicieron durante el holocausto. En el caso de la hiena de Auschwitz no estaba a favor de hacer estas atrocidades. Sin embargo, no estaba en contra de tener algunas “obras de arte” en su colección privada. Cuando fue capturada en Belsen se encontraron tres lámparas hechas con piel de prisioneros judíos.

Una de las cosas que Irma Grese solía decir a menudo era “Uno de mis mayores placeres es disparar a una judía embarazada, ya que mató dos enemigos de Hitler al mismo tiempo”. En muchos de los experimentos de Mengele se necesitaba que las mujeres tuvieran hijos gemelos. Las que solo se quedaban embarazadas de un solo hijo eran entregadas a Grese para su eliminación. No hay información de todas las mujeres que mató de este modo, pero se sabe que algo frecuente.

Aun siendo una verdadera sádica con los prisioneros, era muy cuidadosa con su aspecto. Solía ponerse lo más guapa posible, aun no siendo una belleza. Lo hacía por varios motivos. Para empezar, siempre estaba seduciendo a oficiales de las SS, aunque también quería mostrar su superioridad frente a los prisioneros.

Si alguna de las mujeres que estaba prisioneras eran más guapas que ella, Grese solía acabar con ello de varias maneras. Con su látigo las azotaba los pechos para dejarlos marcados. También les dejaba cicatrices en la cara para eliminar cualquier rastro de belleza.

Aunque oficialmente el libro Guiness de los Récords tiene a la Condesa Elizabeth Bathory como la mayor mujer asesina de la historia. Esta condesa mató a cientos de mujeres para sus macabros rituales. Lo cierto es que Grese mató a muchas más personas durante su tiempo en los campos de concentración alemanes.

Se solía sentar con Mengele para decidir el destino de muchos prisioneros que llegaban a Auschwitz. Con solo hacer un gesto con la mano cientos o miles de personas podía morir en los días siguientes. Se dice que tenía una media de treinta muertes directas al día. Solo estuvo dos años en Auschwitz pero fueron miles los que murieron por sus decisiones.


JUICIO Y EJECUCIÓN:


Tras su detención, Grese fue juzgada junto con el comandante de Bergen-Belsen, Josef Kramer y otros cuarenta oficiales en septiembre de 1945. Estaban acusados de cometer crímenes de guerra y tenían varios cargos de asesinato y malos tratos a los prisioneros de los campos de concentración de Bergen-Belsen y Auschwitz.

Desde un primer momento, la Aufseherin se convirtió en la estrella indiscutible del proceso judicial en Lüneburg (Alemania). Cada día los niños coreaban su nombre al llegar, mientras ella sonreía de forma coqueta. La prensa seguía con entusiasmo la vista y centraba toda su atención en la más joven de los acusados.

Pero una vez que la guardiana entraba en la sala, su proceder cambiaba por completo. Ésta oscilaba entre la indiferencia y el desprecio. Se mostraba ausente y distraída, garabateaba dibujos en una libreta, se desentendía de los testimonios en su contra y sus declaraciones fueron de una sobriedad extrema plagadas de “no”, “no sé” y “nunca vi nada de eso”.

Aun siendo condenada, Grese negó todos los cargos de asesinato que se le imputaban, jamás renegó de la ideología nazi e, incluso, llegó a entonar los cantos marciales de las SS en la víspera de su ejecución.

En el 54º día del juicio, la nazi fue declarada culpable por cometer crímenes de guerra en los campos de Bergen-Belsen y Auschwitz. Según el Tribunal, aun siendo responsable del bienestar de los prisioneros violó las leyes y costumbres en tiempos de guerra y participó en maltratos de algunas personas causándoles incluso la muerte. El veredicto: morir en la horca.

El viernes 13 de diciembre de 1945 a las 9:34 de la mañana, Irma Grese se dirigió a la sala de ejecuciones en compañía de su verdugo, el británico Albert Pierrepoint. Al entrar, contempló durante unos instantes a los funcionarios que allí se encontraban y después subió los escalones hasta la trampilla tan diligente como pudo. Sus últimas palabras fueron: “Schnell!”(¡rápido!). Tenía 22 años. Fue la mujer más joven en ser ejecutada bajo la orden británica durante el siglo XX.



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