En un rincón olvidado del mundo, entre los ecos dorados de la antigua Alejandría, floreció un poeta cuyo genio trascendió fronteras y tiempos. Constantino Cavafis, un hombre de siluetas enigmáticas y noches secretas, tejió con palabras un universo lírico tan exquisito como inalcanzable. Sus versos, como hilos de oro entretejidos con la nostalgia y el deseo, revelan la melancolía y la grandiosidad de la vida humana, llevándonos en un viaje eterno hacia Ítaca y más allá. En esta travesía poética, las palabras de Cavafis se alzan como faros que guían a los corazones inquietos y sedientos de belleza. Descubramos juntos el misterio y la grandeza de este poeta que desafía a los siglos, dejando su huella eterna en la historia de la literatura universal.



Constantino Kavafis


“Inventario” de 1975.
Grandeza y Soledad de Constantino Cavafis.


Nota y aproximaciones de José Emilio Pacheco.

En 1972 Edmund Keeley y Philip Sherrard publicaron los «Selected poems» de Cavafis, una traducción que significa un paso adelante respecto a las anteriores, hechas por John Mavrogordato (1951) y Rae Delven (1962). Ahora la Universidad de Princeton ha editado los «Collected poems», traducidos por Keele y Sherrard, en un libro que permite, al que pueda leerlos, el acceso a los originales griegos. (Quien desee leer a Cavafis en su lengua y no disponga de los veinte dólares que cuesta, en Estados Unidos, la edición de Princeton, puede adquirir por cuarenta pesos la «Poesie» a cargo de Filippo Maria Pontani en la serie de bolsillo italiana Oscar Mondadori). Al mismo tiempo ha salido «Cavafy, a critical biography» de Robert Lidell. Hace quince años Jaime García Terrés dio a conocer a Cavafis en español. Entre 1960 y 1975 su prestigio ha adquirido dimensiones casi planetarias y ya se considera a Cavafis entre los grandes poetas de nuestro siglo.

La poesía de Cavafis es por definición intraducible pues no hay en ningún otro idioma un modelo lingüístico que pueda corresponder a su alianza perfecta y sutil entre el griego clásico, el purista, el demótico, el dialecto de Alejandría y la propia habla del poeta. Así, Marguerite Yourcenar en su «Presentation critique de Constantin Cavafy» prefirió traducirlo en prosa. No obstante, la gloria de Cavafis se basa en su tono de voz, en su discurso personal. Como escribió Auden, todas las traducciones son inmediatamente reconocibles como poemas de Cavafis; nadie sino él pudo haberlos escrito.

Cavafis (1863-1933) no tiene más biografía que su obra. Fuera de una estancia infantil en Inglaterra, su vida transcurrió en Alejandría: empleado de irrigación en el ministerio de obras públicas por la mañana, corredor de la bolsa por la tarde y entregado de noche a contactos eróticos cada vez más fugaces y difíciles con muchachos de Alejandría. Cavafis poseyó el don de transformar el tedio, la sordidez y la humillación de lo cotidiano en una poesía incomparable que tiene la serena belleza de las urnas griegas, así como la capacidad de crear poemas dramáticos en que los personajes históricos abandonan frisos y estatuas para hacerse nuestros conocidos y nuestros contemporáneos. El poder de su poesía es conducirnos más allá de sus circunstancias biográficas o temáticas para hablar de una verdad humana que concierne a todos. Marguerite Yourcenar apuntó que los poemas íntimos de Cavafis son históricos y sus poemas históricos son íntimos.

Voluntariamente ignorado en vida, Cavafis no condescendió a los horrores de la vida literaria ni dio entrevistas para explicar su trabajo. Sobre este punto no queda sino lo que algunos recogieron de sus conversaciones en los cafés, como esta observación que todo escritor ha de tener presente: “Debemos estudiar nuestra lengua ya que la desconocemos. Qué ocultos tesoros contiene, qué tesoros. Debemos pensar cómo vamos a enriquecerla y sacar a la luz lo que está oculto en ella”.

Una forma de enriquecimiento que ya ha probado su fecundidad en francés y en inglés ha sido ampliar el repertorio poético de otros idiomas con los textos de Cavafis. A los once ya publicados por «Diorama» en abril de 1974 y mayo de 1975 queremos sumar en esta ocasión otros seis del poeta de Alejandría. ~


I. Ítaca

Cuando emprendas el viaje rumbo a Ítaca
ruega que sea muy largo tu camino,
se pueble de aventuras y de hallazgos.
Lestrigones y cíclopes no temas
ni te arredre la furia
de Poseidón, pues nada de esto
encontrarás si tu pensar es alto
y rara excitación mueve tu espíritu y tu cuerpo.

Lestrigones y cíclopes,
salvaje Poseidón no encontrarás
a menos que los lleves
en tu interior o tu alma los erija
para cerrarte el paso.
Ruega que tu camino sea muy largo
y haya muchas mañanas de verano
en que, lleno
de gratitud y de gozo,
llegues a un puerto por primera vez
y te detengas
en los centros fenicios
a comprar cosas delicadas:
madreperla, coral, ébano y ámbar,
los perfumes sensuales (cuantos puedas)
y visites
las ciudades egipcias y te llenes
con la sabiduría de los sabios.

No dejes de pensar nunca en Ítaca.
Llegar a Ítaca es tu destino.
Pero nunca apresures la jornada:
mejor que se prolongue muchos años
y ya seas viejo al alcanzar la isla;
rico por lo ganado en tu camino
sin esperar que te enriquezca Ítaca.
Ella te ha dado el prodigioso viaje
y sin ella jamás habrías partido.
¿Ya qué más podría darte?

Y si pobre la encuentras
no habrá engaño:
sabio como ya eres
con tu experiencia,
para entonces sabrás qué significa Ítaca.

-C. Cavafis
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II. El mar por la mañana

Aquí me voy a detener
a mirar un instante en la naturaleza.
Brillante azul del mar por la mañana,
cielo sin nubes, playa color de oro:
todo hermoso,
todo bañado en luz.

Aquí estaré de pie.
Me haré creer
que realmente estoy viendo todo esto
(lo vi por un minuto al detenerme)
y no mis habituales ensoñaciones
(también aquí), recuerdos,
mis sensuales imágenes.

C. Cavafis

.
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III. Las ventanas

En estas tenebrosas habitaciones
paso días de opresión
y voy y vengo
en busca de ventanas
—cuando se abran
será un consuelo enorme.
Pero no encuentro las ventanas
o tal vez no hay ventanas.
Acaso es preferible no encontrarlas:

la luz será una nueva tiranía,
quién sabe cuántas cosas nuevas irá a mostrarme.

C. Cavafis

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IV. Por la noche

De cualquier modo las cosas no habrían durado mucho tiempo.
La experiencia
de los años lo muestra.
Pero llegó el destino y las detuvo.
La hermosa vida resultó muy breve.
Pero qué poderosos los perfumes,
cuán espléndido el lecho en que yacimos,
a qué sensual deleite entregamos los cuerpos.

Un eco de los días de placer,
un eco de los días me devolvió
algo del fuego de nuestra juventud.
Tomé en mis manos nuevamente la carta.
La lei y releí hasta que oscureció.

Melancólico, me acerqué a la ventana,
me acerqué a distraerme mirando un poco
de la ciudad que amé, el movimiento
en las calles y tiendas.

C. Cavafis

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V. Crecimiento espiritual

Quien espera crecer en espíritu
tendrá que liberarse de obediencia y respeto.
Observará unas cuantas leyes
pero antes violará ley y costumbre.
Traspasará la establecida, inadecuada norma.
El placer sexual tendrá mucho que enseñarle.
No temerá los actos destructivos.
Tendrá que demoler la mitad de su casa.
Así crecerá virtuosamente en sabiduría.

C. Cavafis
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VI. La prórroga de Nerón

Nerón no se alteró al escuchar
la sentencia del oráculo délfico:
“Cuídate de la edad de setenta y tres».
Hay mucho tiempo para divertirse.
Apenas tiene treinta. La prórroga
que el dios le ha concedido
es más que suficiente
para enfrentarse a los futuros peligros.

Ahora, un poco fatigado, volverá a Roma
—maravillosamente fatigado tras un viaje
que consagró al placer:
fiestas en el jardín, teatros, estadios…
noches en las ciudades de Acadia..
sobre todo el deleite de los cuerpos desnudos

Así piensa Nerón. Pero, en España, Galba
en secreto reúne y ejercita sus tropas.
Galba,
que ahora tiene setenta y tres años.

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C. Cavafis


“Inventario” publicado en «Diorama de la cultura» de «Excélsior», el domingo 31 de agosto de 1975, p. 16.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES