En el vibrante escenario de la historia musical española del siglo XX, emerge la figura cautivadora de Rafael Calleja Gómez, un compositor cuyo destino se entrelaza con las notas y los acordes de la zarzuela. Nacido en la modesta Burgos de 1870, Calleja cultivó su pasión por la música desde la infancia, guiado por las melodías que resonaban en la catedral de su ciudad natal. Su viaje musical lo llevó desde los salones de baile de Madrid hasta los prestigiosos escenarios del Teatro de la Zarzuela, consolidándose como un brillante alumno del Real Conservatorio y un defensor incansable de los derechos de los autores. Esta es la crónica de un virtuoso, un director de orquesta y empresario teatral que tejió su legado en cada nota, dejando una impronta perdurable en el rico tapiz del teatro lírico español.



«Contribuciones de Rafael Calleja al Patrimonio Musical Español»


La historia de Rafael Calleja Gómez, nacido el 21 de octubre de 1870 en Burgos, es un relato de pasión y perseverancia en el mundo de la música española. Contrario a lo que se pensaba, su padre no era zapatero sino encuadernador, dirigiendo un taller en la calle Lain Calvo de Burgos, mientras que su madre se dedicaba a las labores domésticas. Desde temprana edad, Calleja mostró un talento excepcional para la música, unido al coro de la catedral de Burgos a los siete años, donde aprendió solfeo, piano, violín y órgano, además de estudiar latín y filosofía.

En 1884, se trasladó a Madrid, respaldado por una beca de la Diputación de Burgos, aunque insuficiente para cubrir todos sus gastos. Así, Calleja tuvo que trabajar como pianista en cafés y teatros para financiar sus estudios en el Real Conservatorio de Madrid. A pesar de estos desafíos, destacó en sus estudios bajo la tutela de maestros como Emilio Arrieta y Ruperto Chapí, ganando premios en piano, armonía y composición.

Su primer gran éxito como compositor llegó en 1893 con la zarzuela «Paso al ataque». Esta obra marcó el inicio de una prolífica carrera, creando zarzuelas memorables como «El iluso Cañizares» y «La flor del barrio». Su talento no se limitó a la composición; Calleja también se destacó como director de orquesta y empresario teatral, llegando a ser propietario del Teatro de la Zarzuela en Madrid, que posteriormente sería dirigido por su hijo Rafael Calleja, hasta su venta a la SGAE en 1956.

Además, Rafael Calleja fue un defensor incansable de los derechos de autor, participando en la fundación de la Sociedad de Autores Españoles, precursora de la SGAE.

Contrariamente a lo que se creía, Calleja no murió de una enfermedad pulmonar, sino de miocarditis, según su partida de defunción. Su familia ha revelado que en sus últimos años padeció diabetes, lo que posiblemente contribuyó a su fallecimiento el 11 de febrero de 1938. Su legado sigue vivo, no solo en sus composiciones, sino también en el recuerdo y respeto de aquellos que aprecian la zarzuela y el teatro lírico español.


El impacto de Rafael Calleja en el teatro lírico español no se limitó a sus propias composiciones. Su habilidad para colaborar con otros compositores y artistas fue notable, trabajando con figuras como Vicente Lleó y Amadeo Vives. Estas colaboraciones enriquecieron el panorama musical de la época, fomentando un ambiente de creatividad y diversidad en el género de la zarzuela.

Como empresario teatral, Calleja jugó un papel crucial en la promoción y difusión de la zarzuela tanto en España como en el extranjero. Sus giras por Portugal y América Latina abrieron nuevos horizontes para este género, ampliando su audiencia y consolidando su relevancia cultural. Bajo su dirección, el Teatro de la Zarzuela se convirtió en un centro neurálgico para los amantes de este arte, presentando una variedad de obras que iban desde el género chico hasta las grandes producciones.

La visión de Calleja también se extendió más allá de los escenarios. Su participación en la Sociedad de Autores Españoles fue fundamental en la lucha por los derechos de autor, una causa que marcó un antes y un después en la industria musical española. Su labor en este ámbito no solo benefició a sus contemporáneos, sino que también sentó las bases para las generaciones futuras de compositores y artistas.

La muerte de Rafael Calleja en 1938 fue un duro golpe para el mundo de la zarzuela y el teatro lírico. Sin embargo, su legado perdura. Las melodías, las historias y el espíritu de sus zarzuelas siguen resonando en los teatros y en los corazones de los aficionados. Su música, impregnada de la esencia española y de un profundo amor por el arte, continúa inspirando a nuevos artistas y audiencias en todo el mundo.

El recuerdo de Rafael Calleja Gómez sigue vivo, no solo a través de sus obras sino también en la memoria de su familia y de aquellos que, como su nieto, se dedican a preservar y difundir su rica herencia cultural. La historia de Calleja es un testimonio del poder del arte para trascender el tiempo y las fronteras, dejando una huella imborrable en la cultura española y en la historia de la música.



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