Entre la espesa maleza de la selva africana, unas huellas solitarias pero decididas marcaban el rumbo hacia lo desconocido. Eran los pasos de Delia Akeley, la intrépida exploradora estadounidense dispuesta a hacer historia. Ninguna mujer antes que ella se había atrevido a emprender un viaje semejante: atravesar en solitario el vasto continente de este a oeste, enfrentándose a mil peligros y desafíos. Armada sólo de su coraje y su sed de aventura, dejaría el mundo boquiabierto con esa hazaña. Pero esa proeza sería sólo la cumbre de una vida repleta de giros inesperados, romances apasionados y singulares logros entre la exótica fauna africana. Su legado trascendería como un ejemplo de rebeldía y empoderamiento femenino en su época.



Delia Akeley: una vida de aventura y exploración


Delia Akeley fue una mujer extraordinaria que rompió los moldes de su época y se atrevió a realizar una hazaña que nadie había hecho antes: cruzar el continente africano a pie y en solitario. Su pasión por la naturaleza, la ciencia y las culturas exóticas la llevó a vivir experiencias únicas y a dejar un legado de valor e inspiración.


Infancia y juventud


Delia Julia Denning nació en 1875 en Wisconsin, Estados Unidos, en el seno de una familia humilde y numerosa. Desde pequeña mostró un carácter rebelde e inconformista, y a los trece años escapó de su casa harta de la monotonía y las limitaciones que le imponía su entorno. Se refugió en la casa de una tía y empezó a trabajar como costurera.

A los catorce años conoció a Arthur Reiss, un barbero y cazador aficionado, del que se enamoró y con el que se casó. Juntos realizaron varios viajes de caza por Estados Unidos y Canadá, y en 1902 se embarcaron en su primera expedición a África. Allí, Delia conoció a Carl Akeley, un famoso taxidermista, escultor, biólogo y fotógrafo de naturaleza, que trabajaba para el Museo de Historia Natural de Nueva York. Delia quedó fascinada por su personalidad y sus conocimientos, y decidió divorciarse de Reiss y casarse con Akeley en 1904.


Viajes con Carl Akeley


Delia y Carl formaron una pareja de aventureros que dedicaron su vida a explorar y estudiar la fauna y la flora de África. Entre 1905 y 1920 realizaron cinco expediciones al continente negro, en las que recolectaron cientos de especímenes de animales para el museo, y desarrollaron nuevas técnicas de taxidermia y de montaje de dioramas. Delia aprendió a disparar con fusil, a disecar con precisión, y a ayudar a su marido en sus tareas científicas y artísticas. También se interesó por las costumbres y las lenguas de las tribus locales, y entabló amistad con muchas de ellas.

Durante sus viajes, Delia y Carl vivieron situaciones de gran riesgo y peligro, como enfrentarse a leones, elefantes, búfalos y rinocerontes, sufrir enfermedades tropicales, o ser atacados por bandidos. En una ocasión, Delia salvó la vida de Carl al disparar a un elefante que lo había embestido y herido gravemente. En otra, Delia fue mordida por una serpiente venenosa y tuvo que ser tratada con un antídoto experimental. A pesar de estos contratiempos, Delia nunca perdió su espíritu aventurero y su amor por África.


La gran aventura en solitario


En 1923, Delia y Carl se divorciaron, debido a las diferencias que habían surgido entre ellos y a la infidelidad de Carl. Delia, que entonces tenía 48 años, no se resignó a abandonar su sueño de seguir explorando África, y decidió emprender la aventura más audaz de su vida: cruzar el continente a pie y en solitario, desde el este hasta el oeste, desde Mombasa hasta Boma. Para ello, consiguió el apoyo y la financiación del Museo de Artes y Ciencias de Brooklyn, que le encargó capturar ejemplares de la fauna africana y realizar estudios antropológicos de las tribus.

Delia partió en 1924, acompañada solo por un grupo de porteadores nativos, sin guías ni escolta armada. Su objetivo era llegar a conocer de cerca la vida y la cultura de los pueblos africanos, especialmente de los pigmeos, una etnia que hasta entonces había sido ignorada o despreciada por los exploradores occidentales. Delia creía que una mujer sola sería mejor recibida y respetada por las tribus, y que podría establecer una relación de confianza y amistad con ellas.

Su intuición resultó acertada, y Delia logró convivir durante tres semanas con una tribu de pigmeos en el Zaire, a los que llamó los \»hombres del bosque\». Allí aprendió su idioma, sus costumbres, sus ritos y sus leyendas, y se ganó su afecto y su admiración. Delia fue la primera persona en documentar la vida de los pigmeos, y en reconocer su valor y su dignidad como seres humanos.

Después de esta experiencia, Delia continuó su travesía por África, sorteando todo tipo de obstáculos y dificultades, como la selva, el desierto, los ríos, las montañas, los animales salvajes, las enfermedades, el hambre, la sed, el calor, el frío, los conflictos políticos, las guerras tribales, y los prejuicios y el machismo de los colonizadores europeos. Tras once meses de viaje, Delia llegó a su destino, Boma, en la costa atlántica, convirtiéndose en la primera mujer en cruzar África a pie y en solitario.


Últimos años y legado


Después de su gran aventura, Delia regresó a Estados Unidos, donde escribió dos libros sobre sus experiencias: Jungle Portraits (1930) y All True (1931). En ellos narró sus vivencias en África, sus observaciones sobre la naturaleza y las culturas, y sus reflexiones sobre la vida y la aventura. También publicó la primera biografía de un mono africano, JT Jr., basada en la historia de un chimpancé que había adoptado y criado durante uno de sus viajes.

Delia se retiró a una granja en Florida, donde siguió dedicándose a la investigación y a la escritura. Murió en 1970, a los 95 años, dejando tras de sí una obra y una trayectoria admirables. Delia Akeley fue una mujer pionera, valiente, curiosa, inteligente y generosa, que supo romper las barreras de su tiempo y demostrar que una mujer podía hacer lo que se propusiera. Su ejemplo sigue siendo una fuente de inspiración para todas las personas que aman la aventura y la exploración.


El CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES