En el corazón palpitante de la Francia del siglo XVII, un escenario de intrigas políticas y conflictos bélicos sirvió como telón de fondo para el nacimiento de un gigante literario, Jean-Baptiste Poquelin, más conocido por su pseudónimo, Molière. Este período, marcado por las sombras de la Guerra de los Treinta Años y el dominio de figuras como el cardenal Richelieu, fue testigo del despertar de un espíritu revolucionario que desafiaría las convenciones sociales y culturales de su tiempo a través del arte del teatro.

Molière, desoyendo las expectativas profesionales tradicionalmente reservadas para alguien de su estatus, se lanzó a la vorágine de la comedia y el drama, fundando L’Illustre Théâtre y emergiendo como el artífice de una nueva era en el teatro francés. Con un ingenio mordaz y una observación aguda de la hipocresía humana, su obra trascendería las barreras del tiempo, convirtiéndose en un faro de ingenio y crítica social que continúa iluminando los escenarios del mundo, siglos después de su creación.


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Molière: El Maestro de la Sátira en el Teatro Francés


En la tumultuosa Francia del siglo XVII, marcada por los estragos de la Guerra de los Treinta Años y bajo la influencia de figuras poderosas como el cardenal Richelieu, nació en enero de 1623 un personaje destinado a revolucionar el teatro francés: Jean-Baptiste Poquelin, conocido mundialmente como Molière. Rechazando las profesiones de abogado y tapicero, que parecían predestinadas por su educación y herencia familiar, Molière eligió un camino menos convencional pero más apasionante: el teatro.

En 1643, junto con la familia Béjart, fundó L’Illustre Théâtre, marcando el inicio de una ardua travesía que lo llevaría desde las sombras de la bancarrota y el encarcelamiento, hasta el resplandor del mecenazgo real por parte de Luis XIV. Este apoyo transformó la fortuna de su compañía, que pasó a ser conocida como la Troupe de Monsieur, y propició su regreso triunfal a París. Fue aquí donde Molière comenzó a cimentar su legado con obras como «Las preciosas ridículas», una sátira que le valió su primer éxito significativo.

Admirador de las tragedias de Corneille y Racine, Molière, sin embargo, halló su verdadera vocación en la comedia. «La escuela de las mujeres» (1662), su primera obra maestra, fue solo el comienzo de una serie de comedias que no solo divertirían al público sino que también lo harían reflexionar. A través de personajes inolvidables y situaciones cotidianas, Molière se erigió como un agudo crítico de la sociedad de su tiempo, abordando temas como la pedantería, la hipocresía burguesa, la corrupción eclesiástica y el charlatanismo médico.

El ingenio de Molière no estuvo exento de controversia. Obras como «Tartufo» y «El enfermo imaginario» provocaron la ira de la iglesia y de sectores conservadores, quienes veían en su sátira una amenaza a sus intereses y valores. A pesar de estas adversidades, y aún padeciendo una grave enfermedad, Molière continuó escribiendo y actuando hasta su último aliento, falleciendo tras colapsar en el escenario durante una representación de «El enfermo imaginario» en 1673.

Su muerte no apaciguó a sus detractores, quienes se opusieron a que recibiera un entierro cristiano. Solo la intervención de su viuda, Armande, y una petición especial al Rey permitieron que Molière recibiera un funeral discreto, marcando un final tan controversial como había sido su vida.

Molière, más que cualquier otro escritor de su época, encarnó la esencia de la comedia francesa. Su obra, rica en sátira, crítica social y exploración de la psique humana, estableció paradigmas de comportamiento que siguen vigentes en la actualidad. Cuatro siglos después, Molière sigue siendo sinónimo de teatro en Francia y un pilar indiscutible de la cultura mundial. Según el Centro de Documentación Teatral del Ministerio de Cultura de España, desde 1990, solo Shakespeare y Federico García Lorca han visto más estrenos de sus obras en España, evidenciando la perdurable relevancia de Molière.

Así, el legado de Molière, sustentado en cerca de 25 obras que continúan siendo representadas globalmente, lo consagra como uno de los referentes culturales más trascendentales de la historia. A través de su genio, Molière no solo desafió a su sociedad sino que también nos legó un espejo en el que podemos reconocer nuestras propias fallas y virtudes, demostrando que la comedia, en sus manos, era un instrumento de inigualable profundidad y universalidad.


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