En las vastas llanuras del lejano oeste americano, donde el sol se pone tras montañas imponentes y las leyendas cobran vida al ritmo de galopes y disparos, se esconde un secreto largamente olvidado: el alma española de los cowboys. Más allá de los icónicos sombreros y las espuelas centelleantes, yace una herencia cultural que cruza el océano, desde las húmedas marismas del Guadalquivir hasta las áridas tierras de Texas. Este vínculo, tan sorprendente como innegable, revela una conexión histórica fascinante entre los vaqueros americanos y los jinetes andaluces, cuyas tradiciones, forjadas en la España del siglo XVI, dieron forma al muy americanizado mito del cowboy. En este viaje por el tiempo y la memoria, desentrañaremos cómo los conquistadores y colonizadores españoles no solo moldearon el paisaje de un continente, sino que también dejaron una huella indeleble en uno de los símbolos más emblemáticos de la cultura estadounidense.




El origen español de los cowboys o por qué John Ford le debe su carrera al Guadalquivir


Cuando pensamos en el lejano oeste, lo más probable es que nos vengan a la mente imágenes de películas de Hollywood, con actores como John Wayne, Clint Eastwood o Gary Cooper, montando a caballo, disparando sus revólveres y enfrentándose a indios, bandidos o forajidos. Sin embargo, lo que quizás no sepamos es que esos personajes, los cowboys o vaqueros, tienen un origen español que se remonta a los siglos XVI y XVII, cuando los conquistadores y colonizadores trajeron sus tradiciones ganaderas y ecuestres al Nuevo Mundo.


Los jinetes de las marismas del Guadalquivir


El historiador y divulgador Borja Cardelús ha dedicado varios libros y artículos a rescatar del olvido la huella de España y de la cultura hispana en los Estados Unidos, entre ellos, el desconocido origen español de los cowboys americanos. Según explica Cardelús, los cowboys proceden de «los jinetes de las marismas del Guadalquivir», que al establecerse al otro lado del Atlántico trasladaron también su modo de vida, su forma de vestir, sus utensilios y su manera de manejar el ganado.

Los primeros españoles que llegaron a Norteamérica fueron los exploradores y conquistadores, que recorrieron extensos territorios desde Florida hasta Alaska, fundando ciudades, misiones y fuertes. Estos hombres llevaron consigo caballos, vacas, ovejas y cerdos, que se adaptaron al clima y al terreno, y se multiplicaron rápidamente. Los nativos americanos, que no conocían estos animales, los llamaron «el gran perro» y «el gran conejo», respectivamente.

Los españoles enseñaron a los indios a montar a caballo y a cuidar del ganado, creando así una alianza y una simbiosis cultural que perduraría durante siglos. Los indios adoptaron el sombrero de ala ancha, las espuelas, las sillas de montar, los lazos, las botas y los pantalones de cuero de los españoles, así como su vocabulario: palabras como rodeo, lasso, bronco, mustang, ranch, corral o stampede son de origen español.

Los españoles también fundaron haciendas y ranchos, donde se dedicaban a la cría y el comercio de ganado. Estos establecimientos requerían de trabajadores especializados, que se encargaban de conducir las reses, marcarlas, esquilarlas y protegerlas de los depredadores y los ladrones. Estos trabajadores eran los vaqueros, que en español significa literalmente «hombre de vacas».

Los vaqueros eran en su mayoría mestizos, es decir, descendientes de españoles e indios, que hablaban español y practicaban el catolicismo. Eran hombres libres, que vivían al margen de la sociedad colonial, y que se regían por un código de honor y de lealtad. Eran hábiles jinetes, tiradores y lazarotes, y tenían un profundo conocimiento del terreno y de la naturaleza.


La influencia española en el oeste americano


Los vaqueros españoles se extendieron por todo el suroeste de lo que hoy es Estados Unidos, desde California hasta Texas, pasando por Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y Colorado. Estos territorios formaban parte del virreinato de Nueva España, y estuvieron bajo dominio español hasta 1821, cuando México se independizó. Sin embargo, la influencia española siguió siendo muy fuerte, y se reflejaba en la arquitectura, la gastronomía, la música, el folclore y el arte de la región.

En 1848, tras la guerra entre México y Estados Unidos, estos territorios pasaron a manos estadounidenses, que los incorporaron como estados o territorios. Los vaqueros españoles se vieron entonces marginados y discriminados por los nuevos colonos anglosajones, que los llamaban peyorativamente «greasers» (grasientos) o «spics» (españolitos). Muchos de ellos se vieron obligados a abandonar sus tierras o a trabajar como jornaleros para los rancheros estadounidenses.

Sin embargo, los vaqueros españoles no desaparecieron, sino que se adaptaron y resistieron. Algunos de ellos se convirtieron en héroes populares, como Joaquín Murrieta, un bandido que robaba a los ricos para dar a los pobres, y que inspiró la leyenda de Zorro. Otros se unieron a los rebeldes mexicanos, como Juan Cortina, que lideró una revuelta contra el racismo y la injusticia en Texas. Y otros se dedicaron al espectáculo, como Tiburcio Vásquez, que fundó el primer rodeo profesional en California.

Los vaqueros españoles también influyeron en la cultura popular estadounidense, especialmente en el género cinematográfico del western, que retrataba la vida y las aventuras de los cowboys en el oeste americano. Muchos de los elementos que caracterizan a este género, como el paisaje, el vestuario, el armamento, el lenguaje y la música, son de origen español. Así, por ejemplo, el famoso director John Ford rodó varias de sus películas en Monument Valley, un parque nacional que fue explorado por primera vez por los españoles en 1776. O el actor John Wayne, que lucía un sombrero cordobés, una chaqueta corta y unos pantalones ajustados, al estilo de los jinetes andaluces.


La reivindicación de la herencia hispana


A pesar de la importancia y la trascendencia de la aportación española al oeste americano, esta ha sido ignorada o minimizada por la historia oficial y por los medios de comunicación. Por eso, desde hace unos años, diversas organizaciones e instituciones se han propuesto recuperar y difundir el legado de España y de la cultura hispana en los Estados Unidos, especialmente entre las nuevas generaciones de hispanos, que son el grupo minoritario más numeroso y con mayor proyección en el país.

Una de estas organizaciones es The Hispanic Council, un think tank independiente que promueve las relaciones entre la comunidad hispana de Estados Unidos y España. Entre sus actividades, destaca la serie de vídeos «Sabías que…», que explica, con bonitas animaciones, diversos aspectos de la historia, la cultura y la sociedad hispanas en Estados Unidos. Uno de estos vídeos está dedicado al origen español de los cowboys americanos.

Otra de estas instituciones es el Instituto de Cultura Hispánica de Houston, una entidad sin ánimo de lucro que organiza eventos culturales, educativos y artísticos para fomentar el conocimiento y el aprecio de la cultura hispánica en Texas. Entre sus iniciativas, se encuentra el festival anual «Vaquero: Genesis of the Texas Cowboy», que celebra la herencia de los vaqueros españoles con exposiciones, conferencias, música, baile y comida típica.

Asimismo, existen varios museos y centros de interpretación dedicados a la historia y la cultura de los vaqueros españoles en Estados Unidos, como el National Cowboy & Western Heritage Museum en Oklahoma, el Autry Museum of the American West en California, el Briscoe Western Art Museum en Texas o el El Rancho de las Golondrinas en Nuevo México.

Estas y otras iniciativas demuestran que el origen español de los cowboys americanos no es solo un dato curioso, sino una parte importante de la historia y la identidad de ambos países. Los cowboys americanos son herederos de una tradición que se remonta a los jinetes de las marismas del Guadalquivir, que llevaron consigo su forma de vida, su ganado y su cultura al otro lado del Atlántico. Los cowboys americanos adoptaron el estilo, el vocabulario y las costumbres de los vaqueros españoles, que se mezclaron con los indígenas, los franceses, los mexicanos y los anglosajones en el vasto territorio del Oeste.

Los cowboys americanos son, por tanto, un ejemplo de la huella de España y de la cultura hispana en los Estados Unidos, que se ha mantenido viva a lo largo de más de 300 años. Una huella que se refleja en el nombre de muchos estados, ciudades, ríos y montañas; en la arquitectura, la gastronomía, la música y el arte; y en la defensa de los derechos y la dignidad de los nativos americanos. Una huella que, sin embargo, ha sido olvidada o ignorada por muchos, tanto en España como en Estados Unidos, y que merece ser reconocida y valorada por su aportación al desarrollo y la diversidad de ese país.


Reflexión Final


La historia del cowboy americano, con sus raíces profundamente ancladas en la cultura española, nos recuerda la riqueza y complejidad de la historia humana. Este entrelazamiento cultural demuestra cómo las identidades y tradiciones no se construyen en aislamiento, sino que son el resultado de un mosaico de influencias y encuentros a lo largo del tiempo. Al reconocer la contribución española en la icónica imagen del cowboy, no solo enriquecemos nuestra comprensión del pasado, sino que también celebramos la diversidad y la interconexión que definen nuestro mundo globalizado. La historia de los cowboys es un claro ejemplo de cómo la historia a menudo puede ser más rica y sorprendente de lo que parece a primera vista, un recordatorio de que cada tradición y cada símbolo tiene múltiples capas, cada una contando una parte de la gran narrativa de la humanidad.


El CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES